Maika miraba atentamente el techo de su habitación donde estaban pegadas varias de las fotografías que había tomado en las últimas semanas. No eran claramente visibles gracias a la hora, pero podía distinguir los rectángulos de tonalidades más oscuras que le indicaban el sitio que ocupaban en su techo. Eran muy buenas. Maika las apartaba del resto -que posiblemente terminaría vendiendo-, para quedarse con ellas. Admitía que a veces le costaba deshacerse de sus fotos, nacía en ella un extraño sentimiento egoísta que le decía que eran suyas, que le pertenecían, y que nadie más tenía derecho de verlas. Aquello bien podía deberse al constante sentimiento de ausencia que se apretaba en su pecho y le generaba un nudo en la garganta todas las noches, por lo que, eso volvía a sus fotos en lo único que nadie podía arrebatarle a no ser que ella así lo quisiera.     En el exterior aún era oscuro, pero eso no impedía que sus padres ya estuvieran de pie y hablando en voz baja, seguramente para no despertar a su hermana menor.      Esperó pacientemente sin moverse de su lugar, hasta que escuchó el sonido de un par de sillas al ser arrastradas y posteriormente, el de la puerta al ser abierta y luego cerrada, indicándole que el viejo Ricardo dejaba la calidez de casa para ir a su trabajo en el aserradero.      Lanzó su cobija a un lado y se levantó de un salto. Se colocó sus botas, una gruesa chamarra y unos guantes negros, todo con demasiada prisa que estuvo a punto de caerse un par de veces. Tomó su cámara y su celular arrojándolos dentro de su vieja mochila de color rojo, junto a un rollo de papel y un encendedor. Abrió con cautela la puerta de su cuarto, viendo justo a tiempo cuando su madre se encerraba nuevamente en su habitación, seguramente para conseguir unos minutos más de sueño, antes de que su hermanita debiera levantarse para ir a la escuela.      Al salir de la seguridad de su casa, el helado viento le acarició inmediatamente en el rostro sonrojando sus mejillas y su nariz. Vio cómo su respiración se volvía visible ante ella en forma de curiosas volutas de humos y una ligera sonrisa acudió a sus labios al recordar sus años de primaria, dónde todos solían fingir estar fumando con un rollito de hoja de libreta o alguna pajita de zacate seco.      Con una de sus manos afianzó la correa de su mochila sobre uno de sus hombros y la otra la resguardó en la bolsa de su chamarra, buscando algo de calor. Si se apresuraba podría llegar a tiempo a su destino y estar de regreso para la hora en que su pequeña hermana se debía ir a la escuela.     Sus pasos chapoteaban sobre el húmedo suelo de terracería. El sereno que caía durante la noche, era suficiente para mantener fresca la tierra por las últimas lluvias que dejaba tras de sí el verano. El lodo se adhería inmediatamente a la suela de sus botas, volviéndolas un poco pesadas conforme más avanzaba, un hecho que podía resultar incómodo pero al cual los habitantes de El Toro estaban acostumbrados.      Sus ojos iban de un lado a otro, atentos a su entorno. Solo algunas luces en las casas vecinas estaban encendidas y por el momento parecía ser la única persona en la calle. A lo lejos podía escuchar claramente el ladrido de los perros y vagamente, los maullidos de algún gato. A Maika le encantaba esa atmosfera de madrugada, cuando el cielo parecía tornarse más oscuro para luego comenzar a pasar a la claridad de la mañana. Por supuesto que ese gusto no se debía a la poca actividad humana, para nada; era más bien por el extraño encanto que parecía rodear al pueblo a esa hora específica, era una calma muy atrayente, al menos para ella.     Sus pasos le llevaron hacia el noroeste del pueblo, cerca del pequeño panteón. No solía frecuentar mucho ese rumbo, pero había encontrado en internet varias fotos de unas enormes rocas de las que no había sabido de su existencia hasta ahora. ¿Por qué nadie le había hablado de ese lugar? Era un insulto para ella vivir ahí e ignorar la existencia de ciertos lugares. Ella inmediatamente pensó que podría obtener una mejor fotografía que esas que había mirado en el perfil de alguien y quizás, podría explorar un poco más el terreno desconocido y encontrar mejores vistas.     Mientras rodeaba el panteón, no pudo evitar pensar que irónicamente la niebla siempre parecía arremolinarse justo en ese sitio. Parecía un espectro que se asentaba cerca del suelo y danzaba burlescamente sobre las tumbas de hormigón y las enormes cruces, dando razón para que nacieran cuentos o leyendas de apariciones y quien sabe que más. Sonrió divertida, pues aquello no podía parecerle más absurdo. Maika se consideraba una escéptica de todos esos inventos, ella prefería pensar que su mente era privilegiada por no dejarse traicionar por sus sentidos; en todo caso, si ella viera algo fuera de lo normal, intentaría averiguar de qué se trataba y no salir corriendo cobardemente a contar una historia exagerada que posiblemente solo sería producto de su imaginación y el miedo. En el mejor de los escenarios, podría resultar en un clásico cuento para los niños a la hora de dormir.     No fue difícil encontrar el lugar que buscaba. Lo malo, fue que tardó más de lo previsto y se perdió de ver toda la salida del sol desde el comienzo. Claro que no había podido saber a cuanta distancia estaba tal lugar.      Cuando alcanzó la cima de las rocas, el sol ya había despuntado y arrojado sus primeros rayos de luz sobre el enorme llano tupido de casitas de las que sobresalían chimeneas arrojando largas volutas de humo que creaban una visible y artificial atmósfera sobre los techos. Se sentó sobre la fría roca y dejó caer su mochila a un lado. Sacó su cámara y esperó un poco para encontrar el momento que creyera perfecto para poder capturarlo, sin embargo su mente le traicionó nuevamente con sus pensamientos y se quedó bastante tiempo perdida entre ellos.      No era ningún secreto que en su casa había bastantes problemas. Estaba más que segura que los vecinos estaban más al tanto de lo que ocurría dentro de su hogar que de lo que ella misma sabía. Desde el momento en que su hermana se fue con un fulano, las cosas se pusieron bastante pesadas. A veces pensaba que su padre la odiaba por ser tan distinta a todo lo que se refiere ser mujer; ser hogareña, ordenada, delicada y sumisa. Lo cierto era que a ella no le haría feliz estar casada y sujeta a un marido para que la mantuviera el resto de su vida. Maika sí tenía sueños y no estaba dispuesta a simplemente renunciar, porque eso significaba tomar una decisión, significaba dejar atrás su pasión, lo único que parecía mantenerla con los pies en la tierra y que impedía que terminara amargándose la vida. ***      Por la tarde se encontraba cruzando las puertas del único lugar que parecía estar tomando bastante bien el avance y los usos de la tecnología. El pequeño cyber estaba abarrotado de una larga fila de alumnos de preparatoria que esperaban su turno para poder imprimir sus tareas. Dio un rápido vistazo, pensando en que, quizás, podría volver más tarde para imprimir algunas de sus fotografías, cuando observó a un hombre levantarse de una silla después de que usara una de las computadoras. Era un tipo bajo y moreno que no encajaba para nada en la descripción de los hombres que residían en El Toro, los cuales eran altos y delgados, al menos en su mayoría. Era curioso ver que alguien visitara el lugar cuando las vacaciones estaban todavía a varias semanas de distancia, así que podía deducir que su presencia se debía a un asunto muy distinto al de turistear.      —¿No es de por aquí?—preguntó Maika con un tanto de curiosidad cuando el hombre se acercó a formar parte de la fila. Ciertamente su pregunta fue estúpida, pues por los rasgos y su baja estatura podía decir que era un forastero. Ella culpaba a su poca capacidad de interactuar con desconocidos lo que la había hecho cuestionar lo obvio.     El hombre le sonrió con amabilidad.     —No—dijo mientras buscaba algo en su maletín—. Vengo de la ciudad. Estoy buscando personas que quieran estudiar.     —¿Estudiar qué? ¿Una carrera?—indagó ella interesada, girando un poco su cuerpo para poder verle de frente. A Maika le hizo gracia darse cuenta que ella le pasa más de una cabeza de altura al hombrecito.     —Así es—respondió él, distraído en buscar quien sabe qué cosa—. La escuela está ofreciendo becas para quien desee inscribirse.     —¿Y de qué trata?     —¡Oh! ¡Aquí estás!—exclamó, sacando una hoja tamaño carta con unas imágenes de edificios y letras rojas—Lo siento, mi nombre es Carlos Acosta.     —Maika—respondió ella, estrechando la mano con el hombrecillo.      —¿Te interesaría?—preguntó él—Son carreras cortas de un año y medio, con la beca que ofrecemos terminas pagando muy poco y tienes la ventaja de salir con un buen trabajo.     —Ah, yo no…—comenzó a decir apresurada, intentando negarse.     —Mira, no tienes qué comprometerte o decirme nada. Pero puedo mostrarte el programa y las carreras, si quieres.     Maika se quedó mirando con incredulidad al hombre. Su cerebro estaba intentando procesar las palabras y lo que éstas significaban. Cuando salió esa mañana, su único plan era buscar nuevos lugares para fotografiar. Sin embargo, en ese momento las cosas estaban dando un giro curiosamente inesperado. ¡Dios! ¡Podía ser la oportunidad que había estado esperando casi durante tres años!

CAPÍTULO 3:El autobús en que Chrystal iba, estaba ya casi a mitad de camino, cuando de repente el autobús se estacionó al mismo tiempo que el chofer informaba que había un problema con el motor y que no podría seguir el camino, todos los pasajeros tuvieron que bajar y a cada uno les devolvieron el dinero pagado de su pasaje; Chrystal bajó un poco molesta pues hacía un poco de frío y todo pintaba como que llovería. Llamó de nuevo a su madre, no contestó a la primera, esperó cinco minutos más y volvió a llamar; su mamá seguía sin contestar y Chrystal comenzó a preocuparse, pensando en eso estaba cuando vio que su madre ahora la llamaba:- ¡Hola, mamá! ¿Estás bien? ¿ya saliste?- Aun no, precisamente estaba pensando en llamarte cuando vi tu primera llamada, pero estaba hablando con un capacitador y no te pude contestar. -hizo una pausa breve y continuó- Tengo que capturar unos documentos más y hablar con el supervisor porque mañana se hará un simulacro, así que saldré más tarde, puedes cenar y no dormirte tan tarde hoy, yo en cuanto salga iré a casa, ¿de acuerdo?- Está bien mami, cuídate, espero que termines pronto.- Sí corazón, te amo.- Y yo a ti mamá. -finalizó con una voz dulce.Chrystal no quiso preocupar a su madre, así que decidió que era mejor no decirle nada. Ese era el último autobús que trabajaría ese día debido a las condiciones climáticas. Los demás pasajeros comenzaron a llamar a sus familiares y otros tomaban taxis, Chrystal vio en su cartera: aún con el dinero devuelto de su pasaje de autobús no era suficiente como para pagar un taxi. Pensó en llamar a su abuelo, pero vivía muy lejos y tardaría en llegar por ella, además tal vez ya estaba dormido. Por el contrario su padre vivía cerca pero sabía que no la ayudaría, que ni siquiera contestaría su llamada.Pronto la calle empezó a hacerse solitaria, así que Chrystal comenzó a caminar. Nadie quería estar en las calles cuando la lluvia empezara, los autos que pasaban lo hacían con mucha prisa, excepto uno, Chrystal estaba tan concentrada en llegar a su casa que ni siquiera había notado ese auto que iba casi a lado suyo, hasta que el conductor habló:- Buenas noches -por la voz se podría decir que era un hombre joven, tal vez entre 20 y 25 años. Chrystal no contestaba así que el conductor insistió- Buenas noches señorita -esta vez la voz se escuchó más fuerte, tanto que le provocó escalofríos a Chrystal.- Buenas noches -contestó apenas volteando a ver el auto.- Creo que aun está usted lejos de casa, si me permite puedo llevarla -dijo deteniendo el auto. Fue allí cuando Chrystal volteó a ver al conductor, y apenas podía hacerlo debido a la ventanilla del auto que únicamente le permitía a Chrystal observar los lentes oscuros que el conductor llevaba. - Gracias, pero no quiero hacer que se desvíe de su camino. -contestó intentando terminar la conversación.- De ninguna manera hará que me desvíe, no se preocupe, más bien permita me ayudarla a llegar con bien a su hogar, creo que pronto empezara a llover y el frío aumentará, no es bueno que una señorita esté fuera de casa a esas horas de la noche.- Estaré bien, no se preocupe. -dijo Chrystal con una voz cortante.- Está bien, por lo menos permita me dejarle esto, lo necesitará. -contestó el conductor quitándose el abrigo, bajó un poco más la ventanilla y extendió su mano con el abrigo.- ¡Oh! Gracias, pero no creo que...- Tome lo -dijo el joven interrumpiendo a Chrystal- Lo necesitará -eso último parecía una sentencia.- De acuerdo. -fue lo único que dijo Chrystal mientras tomaba el abrigo.El auto arrancó, pero a una velocidad demasiado lenta, como si el joven esperara a que Chrystal cambiara de opinión, mas bien como si supiera que Chrystal cambiaría de opinión. Ella se dio cuenta de que el conductor aun la observaba por el espejo retrovisor, así que bajó su mochila y se puso el abrigo. Al mismo tiempo que hacía eso se escuchó el estruendo de un rayo; continuó caminando, a los pocos segundos de esto la lluvia empezó. Chrystal vio que el auto que hace un momento le había ofrecido llevarla se había detenido y estaba a menos de una cuadra de distancia.

Ms. Crook, "I changed my name from Cook to Crook." Samantha asked "why? Why would you do that?" Curious, her eyes displayed all the wonder of the world through the eyes of a child and even a bit of innocence.Ms. Crook remember a scripture her mother told her 'when a child I thought like a child. I reason like a child. But when I grew up I put away childish things." It was funny how life can take you down so many roads. How you can be confronted with so my choices. And then one-day day you look up and see and remember what your mother once said, I guess you're never to old. As Ms. Crook was reflected back to days long ago she saw Samantha still looking at her waiting for an answer. "I changed my name so I wouldn't forget.""Forget what?" Samantha had her words out before Ms. Crook could answer her question. "Give me time child, give me time." Ms. Crook was never known for her patience, Samantha shook her head from side to side. Ms. Crook smiled and began to speak softly and slowly to build up the moment. "Well, Jacob was walking around in the desert when he got tired. So he decided to take a nap but then he felt like someone was near him. He grabbed the person and wrestle with him. He was holding the man down because he was not going to let him go." Samantha said out loud, "why not?" Ms. Crook could tell that she was all into what she was saying. Samantha's eyes displayed her interest, wide-eyed and innocent. Ms. Crook had not seen her interest from the moment she walked in the door. Ms. Crook cleared her throat a few times and began again, "well you see he knew that the place where he was that angels were known to be there. And so he wouldn't let the angel's go, which incidentally was the LORD until he blessed him." Samantha got up and began walking around in the little Bible study class down in the basement. She stopped right in front of Ms. Crook, looked her straight in the eye and said, "let me get this right. Jacob grabber God and held him down until he did what he wanted? This powerful God who created the heavens and earth was held down by a man sleeping? And you expect me to believe this, I'm outta here." Samantha grabs her book bag and jacket and stormed up the stairs. The one of Ms. Crook fellow teacher came up to her and said, "that's not the way the story goes." Ms. Crook smiles and said, "creative license."  Ms. Crook began cleaning up the room, for the class had ended over an hour ago, but Samantha stayed. It was the first time Samantha stayed and listen. Ms. Crook knew that progress might be slow but Samantha was worth it. No child left behind.

     Definitivamente no estaba en sus mejores momentos.      Y es que despertar un día con una gripa infernal y a punto de perder la voz, no era algo que esperara. ¿Quién en su sano juicio querría agregar algo más a su ya larga lista de malestares? No recordaba haber tomado algo helado, ni tampoco haber salido a la calle sin un suéter o dormir desarropada, así que no tenía idea de porqué su salud estaba por los suelos.     —Si quieres vamos a consulta—comentó Samara casualmente, al ver por cuarta vez a Maika sorber su nariz.     Maika se encogió de hombros mientras seguía pasando las fotos que había tomado la tarde anterior con su celular a manera de distracción. Estaba incómoda como casi todos los días, no podía acallar sus pensamientos, eran ruidosos y atosigantes; aunque, hasta el momento, había logrado mantenerlos a raya.     —Sí, como sea—musitó después de unos segundos. Prefería ahorrarse el comentario de que no le gustaban los doctores ni nada que tuviera que ver con ellos, porque no importaba lo que dijeran, siempre le hacían pensar que tenía la enfermedad más mortífera del mundo así se tratara de una simple gripa.     —Max me dijo que también quería ir, así matamos dos pájaros de un tiro—agregó Samara luego de la vaga respuesta que recibió.     Max era el esposo de Samara, recién había llegado de… No lo sabía, solo sabía que estuvo trabajando fuera y que se estaba de dos a tres semanas ausente. He ahí la razón por la que Samara vivía con sus padres. No le gustaba estar sola. Y, bueno, supuso que no tendría nada de malo si iba a consulta, no iría sola y se sentiría tranquila de que Samara estuviera con ella, porque sabía que la paciencia no era una de sus virtudes.      Así que cerca de las 5:00 pm, estaba sentada en una pequeña salita de espera, moviendo su pierna de arriba a abajo con insistencia y mirando alrededor, buscando algo en lo que pudiera entretenerse mientras veía pasar uno a uno a las personas que estaban también a la espera de ser atendidos. Max y Samara conversaban de vez en cuando y trataban de incluirla. Hizo un par de comentarios pero eso fue todo, se sentía inquieta de sobremanera y no soportaba el ruido de los carros ni de la música que sonaba en la farmacia, que estaba convenientemente a un lado, en una gran bocina. ¿Qué se creían? ¿Que todos estaban de humor para estar escuchando su ruidajo? La ciudad no podía parecerle más molesta e irritante en ese instante.      Veinte minutos más tarde el doctor salía de su misterioso consultorio y pronunciaba su nombre. Miró a Samara y forzó una sonrisa.     —¿Quieres que vaya contigo?     Maika no lo pensó dos veces y simplemente asintió.      Al cruzar al consultorio, Maika se estremeció ante lo frío que se sentía. La luz era opaca y solo le daba un aspecto más aterrador al lugar. En el rincón había una pequeña camilla común, de esas que siempre hay en los consultorios, había también uno de esos tubos de metal dónde colocaban la bolsa de suero. Fue lo más que alcanzó a captar, antes de dirigirse a la derecha y detenerse frente al escritorio con Samara de su lado derecho; el doctor les sonreía ampliamente del otro lado de este. No, definitivamente el hecho de le que sonriera no hacía mejor las cosas. Se preguntó si de esa misma manera daba las malas noticias.      —Buenas tardes, ¿quién de ustedes es Maika?     —Yo—respondió inmediatamente, deseando irse de ahí lo más pronto posible.     —Siéntate, por favor y platícame que tienes—dijo de manera amable.     Maika se sentó, se frotó sus manos y nuevamente comenzó a mover su pierna con desesperación. Sonrió de manera nerviosa antes de atreverse a hablar.      —Me duele la garganta—soltó de manera rápida, su respiración se estaba agitando y sus manos comenzaban a sentirse frías de una manera poco natural.     —Ah, dile también lo del brazo—intervino Samara, como siempre al rescate cuando Maika parecía fuera de control.     —Me duele el brazo desde aquí—señaló sobre su hombro—. Es como si estuviera entumido, y a veces la molestia se extiende hasta el antebrazo.     Entonces, Samara conociendo de primera mano todo lo que parecía estarle pasando, intercedió nuevamente y se extendió un poco a explicarle todo con detalle, o al menos con los detalles que Maika le había dado cada vez que sus malestares la atosigaban con frecuencia en un solo instante.      El doctor se acercó a Maika, revisó su boca con esa clásica palita de madera y la extraña lamparita. También revisó sus oídos. Se volvió a dirigir a su silla y sacó una libretita en la que comenzó a apuntar una receta y quién sabe qué más.      —Traes mucha infección, así que te daré medicamente para eso. Y por lo que dices en tu brazo, puedo decirte que es estrés, pero para descargar cualquier cosa te mandaré a hacer un electrocardiograma y…     Maika dejó de escuchar e incluso de respirar luego de eso, cuando por el rabillo del ojo la vio a parecer de entre las sombras, en el rincón dónde estaba la camilla. Se tensó inmediatamente, su temperatura corporal descendió bruscamente y sus piernas se volvieron rígidas, como si estuviera lista para salir corriendo en cualquier momento. Ella estaba ahí, simplemente quieta, mirando. Maika se negó a girarse en su dirección, solo quería salir de ahí. Lo único que podía percibir era lo aterrador de su presencia y el pánico paralizante que le causaba momentáneamente.      —Gracias—dijo Samara al doctor, al recibir la receta.     La voz de Samara la sacó de su estupor. Hizo una mueca que trató de asemejar a una sonrisa, sacó su billetera para pagar la consulta, musitó un gracias y salió tras su prima. Una vez que el aire golpeo contra su rostro fue como si sus sentidos volvieran a su función normal; el ruido del tráfico, las voces de los transeúntes, todo comenzó a fluir de manera normal a su alrededor.      Maika no supo si era muy buena fingiendo o Samara demasiado lista que prefirió no decir nada, si es que se percató de que le sucedía algo. Compraron el medicamento tanto de ella como el de Max y volvieron a casa. ***     Días más tarde Samara la invitó al centro. Maika se sintió ligeramente emocionada por salir, sentía que tenía demasiado tiempo encerrada y que esa era la razón por la que estaba perdiendo el juicio. Una salida le sentaría bien, sin duda. Así que, con todo el entusiasmo que podía reunir se puso un cambio de ropa más o menos decente para salir a la calle.     Ambas se montaron en un taxi y permanecieron en silencio durante el trayecto. Maika se dedicó a mirar por la ventana, y Samara intercambió un par de palabras con el taxista.      La emoción inicial por salir comenzó a verse reducida cuando el taxi se estacionó y bajaron de el. Había demasiada gente. Y no es que esperara que el centro se encontrara desierto, pero no pensó que le fuera a alterar de esa manera el encontrarse rodeada de un ejército de personas desconocidas, miles de distintas voces sonando al mismo tiempo que el ruido del tráfico. No iba a poder manejarlo.     —¿Y qué vas a comprar?—comenzó a cuestionar Maika cuando Samara inició la marcha.     —Un shampoo que le gusta a mi madre y una pintura para el cabello.     —Y… ¿nada más?—¿Solo por eso habían salido?     Samara sonrió de esa manera irritante que tenía en ocasiones cuando sabía que había hecho una maldad y asintió.     —Sí, y también para pasearnos un poco.     Maika quiso decirle que aquello no tenía nada de sentido. De haberlo sabido desde un principio, se hubiera quedado sentada viendo televisión. Vaya que se sentía indignada.     Caminaron un par de cuadras, no pasó demasiado tiempo cuando a Maika comenzó a dolerle el pecho. Trató de distraerse con todo el movimiento a su alrededor, pero eso solo parecía empeorar las cosas. Nuevamente sus manos se sentían heladas y sudorosas. Su mente comenzó a gritarle que estaba a punto de ocurrir algo malo. ¿Qué carajos le estaba pasando?      Samara caminaba delante de ella mientras le platicaba alguna cosa sobre pinturas o algo por el estilo. Maika no la estaba escuchando y simplemente asentía de vez en cuanto, fingiendo que estaba en la conversación. Toda su concentración estaba en controlar lo que sea que le estuviera sucediendo y no armar un escándalo en la calle. Seguramente ella estaba cerca. Podía sentirla, acechando desde algún lugar, viendo cada uno de sus pasos y sus reacciones.      Doblaron en una esquina hacia la izquierda. Fuera de los puestos, había algunas carpas dónde exhibían algunos de sus cacharros en venta, ropa, maceteros, artículos variados para hacer adornos. Los ojos de Maika se concentraron en esas cosas, antes de que Samara se detuviera en una tienda de ropa.     —¿Quieres entrar aquí? El otro día comentaste que querías comprar calcetas.     Maika parpadeó como si algo la estuviera encandilando, se frotó las manos contra su pantalón y miró alrededor.     —No sé, como quieras—respondió vagamente.     Samara entrecerró sus ojos y miró con curiosidad a Maika. Rascaba con insistencia sus antebrazos, parecía inquieta, sus ojos se movían por todos lados como si esperara que alguien la atacara repentinamente. Debió ser bastante observadora, para darse cuenta que también su respiración estaba acelerada y sus hombros tensos, casi imperceptible, pero no para ella que ya llevaba algunos días observando a Maika.     —Vamos a entrar a ver, tal vez algo te guste.     Maika asintió y siguió a la mayor. No le quedaba otra opción de todas maneras, ya estaban ahí, así que no podía echarse para atrás y volver a casa.     Recorrieron los delgados pasadizos que quedaban entre un estante y otro. Samara señaló un par de veces algunas blusas, pero Maika no dijo nada, no cuando ella estaba parada al fondo de la tienda, a plena luz de una lámpara, mirando en su dirección de esa manera tan penetrante e inquietante a la que no terminaba de acostumbrarse.     —Maika—llamó Samara cuando vio que su prima se quedó quieta y comenzó a negar—. Oye, ¿Estás bien?     —No… No, yo no…—comenzó a titubear, retrocediendo, respirando agitadamente y con su vista nublada y llena de pánico—Me duele…      Samara la vio apretar su pecho con una de sus temblorosas manos. Frunció el ceño, pues nunca la había visto tan fuera de sí.     —¿Quieres que te lleve al doctor?     No hubiera mencionado un doctor. Maika sintió que se estaba muriendo y sus nervios se dispararon. Entonces, todos sus miedos cobraron más sentido y todo se volvió más real. ¡Se estaba muriendo!     —Sí—asintió finalmente, aun luchando por mantenerse en calma.     Ambas salieron rápidamente de la tienda. Samara tomó su mano y la jaló tras ella como si se tratara de una pequeña niña que se le podía perder entre el mar de gente. Maika se dedicó a mirar el suelo, temerosa de alzar su mirada y encontrarse nuevamente con ella. Estaba segura de que si volvía encontrar su presencia, terminaría por colapsar.     Subieron unas escaleras y luego atravesaron una puerta de cristal. Samara le indicó que se sentara, y ella pensando en la urgencia que sentía de correr quiso negarse, sin embargo, sabía que no había mucho que ella pudiera hacer. Se sentó en las banquitas, viendo entonces a las demás personas presentes. Había una chica y un chico de rasgos asiáticos conversando, él mostrándole algo en su celular a ella. Luego había tres mujeres que permanecían en silencio como si esperaran que les dieran noticias graves. Vio a Samara pedir información, y luego preguntar quién era la última persona en la lista de espera. Una de las mujeres levantó la mano indicando que era la última.      Samara se sentó a su lado y comenzó a tratar de conversar con ella. Algunas veces haciéndola reír, aunque de manera obligada. Maika estaba haciendo un esfuerzo monumental por estarse quieta, pero no paraba de mirar sus manos ni de mover su pierna derecha de arriba a abajo. Sus manos hormigueaban y sudaban, el frio se extendía por su espalda y el dolor en su pecho no aminoraba. Si le pidieran que explicara la sensación, diría que podía compararlo con una cuerda enredada sobre su pecho que estaba siendo jalada lentamente hasta asfixiarle. O algo más drástico, una daga atravesando su caja torácica. 

     La casa de la tía Marcela era bastante grande. Contaba con tres habitaciones, un baño, una pequeña cocina y una alargada sala. Maika imaginaba que se debía a la zona en la que se encontraba, la cual debía admitir, era bastante céntrica y un tanto bonita. Lo mejor de todo, es que justo al frente había un pequeño parque ¡con columpios en perfecto estado! Sin importar la edad que tuviera, a ella le seguían emocionando los columpios. También había cuatro líneas de autobuses que iban al centro de la ciudad, y un montón de taxis que no dejaban de transitar por las calles principales, lo cual era una enorme ventaja cuando debía ir a la escuela. Además, había dos tiendas grandes que proveían fácilmente lo que la gente de Santa Clara necesitaba, así que el nuevo lugar estaba más que bien. Lo que no estaba bien, era ella.      Aaron le habló un viernes por la mañana para invitarla a comer a su casa, alegando también que Diana quería verla. Maika no había podido negarse. Había pasado una semana completa desde que volvió a la ciudad, en la cual no había puesto un pie en esa casa, así que haberse negado habría sido demasiado descortés de su parte.      —¿Vas a salir?—preguntó Samara, entrando en la habitación que le habían dado nada más al llegar con ellos.     Maika dejó de verse en el espejo y escondió lo mejor que pudo la incomodidad que sentía. Forzó una sonrisa y asintió.     —Mi hermano quiere que vaya a su casa—respondió, desviando su mirada de su prima, para ponerse a buscar algo en su maleta, o al menos fingir que lo hacía.     Samara entrecerró sus ojos, extrañada por el comportamiento de la otra. No era normal que Maika rehuyera a su mirada, ni a la de nadie en realidad.      —¿Estás bien?     —Sí, ¿por qué no lo estaría?—su respuesta vino quizás con demasiada prisa, quizás de manera algo sospechosa. Sabía que Samara podía ser bastante perceptiva, pero rogó internamente para que no le cuestionara nada al respecto.     —¿Ya sabes cómo llegar?     Lo dicho, Samara percibiendo su estado decidió ignorar lo que sucedía, al menos de momento; Maika agradecía eso.      —Sí, recuerdo perfectamente a qué camiones debo subirme.      —Bien.     Samara acompañó a Maika a la puerta y simplemente la observó retirarse.      Veinte minutos después Maika se encontraba frente al portón de malla de la casa de su hermano. Justo en ese instante pensó que aquello era una mala idea. Una rara sensación se revolvía en su pecho, esta se desviaba a su nuca y a la punta de los dedos de sus manos, su respiración se volvió superficial y sus pensamientos se volvieron caóticos por un segundo. Inhaló y exhaló profundamente un par de veces antes de atreverse a soltar la cadena enganchada a un pequeño clavo que detenía la puerta para finalmente entrar al patio. El poco tiempo que le llevó llegar a la cocina, lugar de donde salían las voces de su hermano, su cuñada y sus sobrinos, sintió sus pasos pesados y lentos como si inconscientemente estuviera tratando de retrasar lo inevitable.      —Maika—saludó Aaron en cuanto la vio en la entrada de la cocina. Se puso de pie y le dio un medio abrazo.     —¿Cómo estás, viejo?—saludó en respuesta, sonriendo levemente aunque las ganas de salir corriendo fueran, de repente, más fuertes que el deseo de permanecer ahí.     —Bien—respondió Aaron con simpleza.      Maika se acercó a Diana y dejó un beso en su mejilla. Luego se dirigió a sus dos sobrinos, bajando a su altura y abrazándolos unos segundos para que pudieran seguir comiendo. Cuando se incorporó y se giró de nuevo hacia Diana, se dio cuenta de la ropa que ella llevaba.      —¿Vas a ir a trabajar?—preguntó extrañada.     Diana asintió.     —Sí, entro a las tres.     —¡Oh!—Exclamó Maika sin saber que más agregar, y no porque no tuviera nada que decir, sino porque no le parecía pertinente cuestionar por qué trabajaba, cuando acababa de perder a su hermano mayor. Si le preguntaban, no creía que fuera muy buena idea seguir con ese tipo de responsabilidades cuando no había estabilidad emocional. Pero bueno, ella no era nadie para quitarle las intenciones, tal vez sino se presentaba podían despedirla.     Maika se negó a sentarse y sólo estuvo parada haciéndose tacos con la carne que habían preparado, hablando demasiado y caminando y moviéndose, incapaz de permanecer quieta por un segundo. Había algo apretando con fuerza su pecho, dolía y se sentía como si en cualquier momento fuera a dejar de respirar. Sin embargo, al igual que las veces anteriores, hizo lo posible por ignorarlo.     Maika se disculpó un momento y se dirigió al baño. Ignoró el corto pasillo dónde la muerte de Mich había sucedido, cruzó la puerta y se acercó inmediatamente al lavabo. Pasó saliva con algo de dificultad, se miró en el espejo por largos segundos y se observó con atención, tratando de encontrar lo que estaba mal con ella. Definitivamente se estaba volviendo loca. Abrió la llave, agarró agua entre sus manos y se inclinó para lavarse el rostro y tratar de quitar el hormigueo que sentía correr por su rostro y su cuello. Cuando se incorporó nuevamente, se llevó un susto de muerte cuando por el reflejo del espejo vio un destello oscuro esconderse tras ella. Giró inmediatamente con el corazón en la mano, figurativamente, estremeciéndose al no encontrar nada; aunque no sabía si prefería eso o haberse encontrado con algo.     —Ya estoy loca—musitó, negando y saliendo del baño.     —Oye—le llamó su hermano.     —Dime.     —Ten—Aaron extendió su mano y ofreció a Maika una pequeña cajita.      —¿Qué es?     —Un celular—Aaron sonrió ante la mirada sorprendida que le dedicó su hermana—. No me mires así, es para que te deshagas de ese pedazo de chatarra que te empeñas en seguir usando.     Esta vez el gesto de Maika se convirtió en uno indignado.     —Esta chatarra me ha funcionado muy bien hasta ahora—replicó Maika cuando se repuso un poco, metiendo su mano al bolsillo delantero de su pantalón para tocar su viejo celular como si quisiera protegerlo.     Aaron sonrió ladino y luego revolvió el cabello de ella con descuido.     —Es un regalo, así estarás mejor comunicada con todos.     Maika forzó una sonrisa y asintió.     —Gracias.     —¿No te gusta?     —¡Sí! Claro que me gusta—Exclamó ella—, es solo que…—Maika miró alrededor con algo de aprensión—¿no crees que hace algo de frío? ¿Y Diana?—inquirió de manera distraída, inquieta, tamborileando sus dedos sobre la cajita entre sus manos.     Aaron entrecerró sus ojos.     —Bueno… estamos junto a la puerta y… tú sabes… el aire está fresco… Y Diana ya se ha ido a trabajar.     —Sí, pero es cómo si en esta parte en específico se sintiera frío—insistió, no poniendo demasiada atención a la respuesta a su segunda pregunta.     Aaron suspiró al darse cuenta de lo que ocurría. Maika tenía una mirada distraída desde el momento que llegó. La había notado mover sus manos de manera nerviosa y ahora ocurría esto.      —Yo también me sentí así cuando volví.     Entonces Maika miró a su hermano con duda y algo de curiosidad.     —¿A qué te refieres?     —Cuando regresé… la casa se sentía extraña, fría, el ambiente pesado. Tuve que dormir con la luz prendida la primera noche.     Maika soltó un bufido en medio de una corta risa nerviosa, comenzando a incomodarse.     —¿Por qué me dices eso?—cuestionó con algo de desdén.     —Porque la mente a veces te juega malas pasadas—contestó él con voz suave—. Hubo ocasiones, mientras estaba solo, en que podía jurar que lo escuchaba roncar—confesó—, pero yo mismo luchaba contra esas ideas y me levantaba para comprobar que solo se trataba de mi imaginación. Uno cree que pasan cosas raras cuando alguien muere.     Un nudo comenzó a formarse en su garganta, sus ojos ardieron de esa manera tan conocida que le informaba que se estaban llenando de lágrimas en contra de su voluntad, y su labio inferior temblaba ligeramente.     —Yo no…     —Tienes que irlo superando—dijo Aaron cuando vio a su hermana comenzar a romperse.     —No lo soporté cuando llegué a casa con nuestros padres—confesó Maika en un susurro, con las lágrimas deslizándose ya por sus mejillas—. No pude seguir fingiendo… yo…      —Lo sé—dijo él—. Luisa me habló y me lo dijo.     Maika sonrió de manera rota y asintió.     —Claro—musitó ella con voz rota.     Aaron sintió empatía por su hermana, él mismo sentía un deseo enorme de llorar, así que lo hizo. Lo hizo mientras abrazaba a Maika y se aferraban el uno al otro para desahogar la pena, porque al no ser familiares directos, quizás todos dieron por hecho que no sufrirían, lo cual era una vil mentira.      Maika por otro lado, le rompía el corazón ver a su hermano de esa manera. Él siempre había sido alguien rudo que no se derrumbaba por nada, pero verlo en ese momento siendo débil junto a ella, le trajo una pesada angustia a su alma por no haber podido estar con él en esa semana en la que estuvo solo porque sus responsabilidades le habían impedido darse un descanso como el resto de ellos. Porque nadie había estado con él, y nadie parecía notar que él también sufría. Después de todo, Michel fue su cuñado.

Dos mejores amigas deben enfrentarse a la crueldad de sus familias. Separadas por una muerte, cegadas por el miedo y el rencor... Yermina y Lucacia conocerán la maldad del mundo, y el amor.Capítulo uno.En la época medieval, en un famoso reino llamado Deira, la familia real descansaba en su morada.El castillo se encontraba en silencio, excepto por las risas agudas de dos pequeñas que jugaban escondidas de todos los adultos.Yermina, la joven princesita de 12 años de edad, se divertía con su mejor amiga; Lucacia. La pequeña hija de la servidumbre del castillo.Su amistad no era muy aceptaba por las familias, pero aquellas dos niñas se querían con tanta pureza y alegría, que nadie fue capaz de separarlas.Ellas no conocían lo que eran Las Clases Sociales, ellas solo pasaban sus tardes entre bromas y muñecas vestidas con largos trajes de seda.Cuando el sol se estaba ocultando tras los paredones que rodeaban el castillo, un repentino y horroso sonido acabó con la paz en todo el lugar.— ¡Un ataque! ¡Un ataque! ¡El reino vecino nos ataca! —.Los gritos desesperados hicieron eco en las paredes de piedra, y las lágrimas y el sufrimiento inundaron los corazones de todos los habitantes de Deira.Aquella tarde, en aquel reino, justamente en ese castillo, muchas vidas fueron arrebatadas por los conflictos entre familias de la realeza.Y esa tarde, en aquel lugar, la vida de una dulce e inocente niña había sido arruinada para siempre.Los padres de Lucacia, fallecieron en el incidente.Seis años más tarde.El rencor y el odio se acentaron con firmeza en ese maltratado corazón, Lucacia lloró a mares la muerte de su única familia, y si no fuera por el apoyo de su mejor amiga, nadie sabría en qué habría terminado su vida.Era un día por la mañana, una reunión entre los integrantes de la familia noble se llevaba a cabo en el salón principal del castillo. La imponente y gruesa voz del Rey se escuchaba perfectamente en todo el lugar, y su amada esposa y amada hija, solo se dedicaban a escucharlo sin rechistar.— Hemos decidido hacer un trato con el reino vecino, para evitar nuevos conflictos y para beneficio de nuestra economía... —El silencio aturdió de alguna manera a las presentes.— Vas a casarte con Santian, el príncipe del reino Estanglia... y vivirás allá, para que la relación sea totalmente seria —.Las palabras del corpulento hombre fueron directas y sencillas. Ninguna de las dos mujeres podía oponerse a esa orden, ni madre ni hija podían acotar en contra, ni defender algún derecho que por ahí, en esa época, no existía.A pasos apurados y duros, Yermina había salido enojada de aquella habitación.— ¿¡Cómo mi padre es capaz de hacerme esto!? ¿Qué? ¿Acaso no le importa que su única hija se case con un estúpido príncipe desconocido? —.Las palabras bruscas de la joven salían sin piedad de sus labios, y su mejor amiga, solo de dedicaba a reír por el enojo de la otra.A los pocos minutos, cuando la euforia de la muchacha había bajado considerablemente, Lucacia se atrevió a preguntar.— ¿Con quién vas a casarte, Yermi? —.Y en ese momento, la princesa de largo cabello castaño entró en consciencia de qué iba a pasar con su vida. Los ojos marrones de la chica se abrieron en demasia, iba a ser separada de su familia, de su amiga, de todo lo que había hecho con su vida hasta entonces. Las primeras lágrimas de frustración cayeron ante la mirada incrédula de Lucacia, que por instinto corrió a abrazar a su hermana de corazón.— Lu... quieren que me case con... con el hijo de esos malditos. Con el príncipe estangliano —.El abrazo fue roto en el mismo segundo en que esas palabras salieron y se perdieron en el aire.Hijo. Reino. Príncipe. Estanglia. Sus padres. Muerte.Todos los recuerdos dolorosos llegaron a la mente de Lucacia de golpe, todo el rencor y todo lo que tuvo que pasar por culpa de esos se amontonó con fuerza, golpeando de forma salvaje en su cabeza, y atormentando con crueldad a su corazón.Los llamados de Yermina no llegaban a oídos de su amiga, la joven de piel tostada estaba simplemente en trance, negando en su mente todo lo que acababa de escuchar.— No es posible, Yermina. No, no podes casarte con él. ¡No podes ir a ese lugar! ¡ELLOS MATARON A MIS PADRES! A MI ÚNICA FAMILIA. NO PODES HACERME ESO —.Las manos de la princesa temblaban por el miedo, ella no quería herir a su amiga, no quería ser separada de su hogar. Intentaba hablar, articular alguna frase que tenga el suficiente sentido y los suficientes fundamentos para calmar a Lucacia, pero nada llegaba a su cabeza. Solo eran palabras sueltas, incoherentes. Se estaba desesperando poco a poco, y al ver que la ira de la otra chica no bajaba, sentía el miedo correr por sus venas; y la ansiedad carcomer su interior.— Porfavor... no te enojes, no quiero hacerlo, no quiero ese matrimonio... pero es decisión de mi padre, y por más que intente gritarle al mundo, no puedo oponerme a él... Perdóname, Lucacia —.Y no hubo más gritos, ni más temblores, ni más peleas. La amistad de años fue rota por el corazón lastimado de una joven, y las palabras ya no hicieron falta en ese momento, todo había sido dicho con la última mirada de respulsión que le dedicó Lucacia a Yermina al alejarse totalmente de ella y de su antigua vida.Los meses pasaron tortuosamente lento después de eso, la hija de los reyes fue enviada con su "futuro marido", y la pobre huérfana se dedicó a vagar por las calles del reino, en busca de algo o alguien que le devuelva todo lo que había perdido hace años.Capítulo dos.Volviendo seis años atrás, en el reino vecino, Estanglia.Tres pequeños niños corrían por los largos pasillos de un gran castillo.Alexan, príncipe de Estanglia, con su corta melena negra que rozaba sus delicados hombros, y aquel par de ojos tan radiantes color tierra.Ian, de contextura delgada, sus salvajes hebras rubias ceniza se enroscaban entre sí y cubrían con totalidad su cabeza, sus pequeños ojos eran similares a los de su amigo.Y Garique, un tierno muchachito de estatura promedio, hijo de la plebe; cabello castaño y ojos del mismo color. La sonrisa alegre del niño llegaría a calar hasta el más frío corazón.— ¡Vamos, Alexan, corre más rápido que hasta mi abuelita te alcanza! —.La voz chillona de Ian llegaba como flechas en el débil corazón del niño, que corría desesperado en un vago intento de atrapar a sus amigos.— Uh, este príncipe es muy delicadooo. ¡Más rápido, hombre! —.Esta vez las burlas llegaron por parte de Garique. Otro golpe más para el alma de Alexan, otra pequeña piedra de dolor a la pila que crecía en su interior. Otra punzada más que dolía demasiado, y no tenía explicación.— Ya... ya, chicos. No pu-puedo correr más... —Agitado, cansado, lastimado, maltratado. Alexan se detuvo en medio del pasillo, apoyando sus manos en las rodillas y dejando que el aire que tanto le hacía falta ingrese a sus pulmones en gran cantidad.Un golpe impactó en su espalda con fuerza, y después las risas inundaron todo el lugar.El heredero del trono se hizo una pequeña bolita en el suelo, más dolorido que antes, intentando calmar el ardor que se expandía por toda su espalda y que quemaba con crueldad sus pulmones.Sonrió de lado, sarcástico, burlándose también de sí mismo; y cuando al fin logró ponerse de pie, se despidió secamente de sus amigos y corrió a encerrarse en su inmensa y solitaria habitación.Recién ahí se permitió llorar.Explotar y expulsar todo lo que retenía frente a sus "mejores amigos".Abrazó una almohada blanca como las nubes y lloró, lloró como cada noche. Simplemente dejó que por un momento, el que hable sea su herido corazón.Los años también pasaron para estos tres chicos.Seis exactamente, ya a sus 18 años de edad, era el momento de que Alexan tome su puesto en el trono. Liderando el reino.La amistad de aquellos muchachos siguió igual que como empezó.Las lágrimas del adolescente hebras tierra ya casi ni se veían, pero su alma seguía dolida, acumulando poco a poco un desagradable sentimiento que con el pasar del tiempo; no podría ser contenido nunca más.Ian se volvió aún más apegado a Garique, y como mejores amigos leales que eran, se dedicaron a burlar y aislar al pobre Alexan.Pero eso al príncipe no le importó demasiado, porque la agradable noticia de que estaba comprometido llegó a sus oídos un día.El actual Rey le confirmó que se casaría con una damisella llamada Yermina Corthfuoco, del reino vecino, y que ella se mudaría a su palacio.Ansioso, estaba sumamente ansioso, jamás había visto a la muchacha, y los nervios dominaban todo su cuerpo.Expectante, bajó por las anchas escaleras del castillo cuando le avisaron sobre la llegada de la familia real. Se asomó por las inmensas puertas de madera, como un niño pequeño: curioso y feliz.Capítulo tres. La noble familia Corthfuoco llegaba a Estanglia.El carruaje real, bañado completamente en oro, era manejado por un chico de rostro infantil. De aproximadamente 16 años, vestía una camisa negra dos talles más grande la que el muchacho de cabellos negros necesitaría y unos pantalones verde musgo, sentado al frente del carruaje, manejaba con astucia y habilidad a los caballos.Una pequeña charla entre ambos jóvenes se creó en el transcurso del viaje. Al parecer, Yermina y ese chico, llamado Zalziques, tenían más cosas en común de lo que nadie habría imaginado jamás. Risas, bromas y hasta algún empujón amistoso fue visto entre los dos. No se supo exactamente cuántos minutos tardaron en llegar.La pequeña puerta del carruaje fue abierta por Zalziques, y lo primero en aparecer fue la suave tela del vestido azul oscuro de Yermina. Con unos zapatos bajos de charol, un corsét negro con diminutos diamantes y capas y capas de seda azul sobre ella, la joven princesa pisó por primera vez las tierras que la acogerían por el resto de sus días.Los ojos de tono azabache del herededo miraban con nerviosismo a la chica, sus manos temblaban, y repentinamente sintió la necesidad de correr y presentarse frente a ella, olvidando toda estúpida formalidad.Los pasos cortos y temerosos de Yermina se acercaban a la entrada del palacio, los reyes de Deira iban delante de ella, guiándola, manteniendo una especie de barrera emocional para su hija, que aún no estaba preparada para tal compromiso.Lourdes y Juan, padres de Alexan, les dieron la bienvenida a Marcela y a Gustavo. Un apretón de manos entre los hombres, dos besos en las mejillas entre las mujeres, y miradas curiosas entre los jóvenes adolescentes. Todos pasaron por los imponentes pasillos del lugar, Yermina miraba con fascinación las cosas que decoraban aquellas paredes tan exageradamente altas. Todo le parecía sorprendente, todo era tan disitnto a su casa, a su castillo. Aquellas dos señoras sí que tenían gustos distintos en lo que a decoración respecta.Tazas de té, platos de porcelana, manteles color crema, una mesa demasiado larga. Así se fue la tarde para aquellas dos familias, y así misma cayó la primera noche para la próxima reina de Estanglia.Zalziques ya había bajado todo el equipaje, y las sirvientas del Rey ya habían ordenado todas las prendas en los respectivos muebles, perchas, cajones.Para ese momento, Yermina solo se dedicaba a inspeccionar minuciosamente su nueva habitación.Una gran cama se encontraba en medio, con sábanas impresionantemente limpias y muchos almohadones decorando todo. Un tocador de madera estaba en la parte izquierda del cuarto, el gran espejo que portaba reflejó a Yermina, y por un momento su alma dejó su cuerpo. Al recordar todo lo que abandonó para estar ahí, al pensar que no conocía a nadie, y que sus padres la dejarían sola con personas malvadas que arrebataban la vida de la gente inocente. Una lágrima lastimera rodó por su pecosa mejilla, le herida de Lucacia seguía fresca, su corazón seguía llorando y ahogándose en la agonía que perder a una amiga, a su única mejor amiga, le provocó.Los golpes en la puerta de la pieza la sacaron de su ensoñación, limpió con brusquedad su rostro y giró a ver al intruso. El príncipe. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios, por pura cortesía.— Buenas noches, princesa. ¿Se siente a gusto con su nuevo aposento? —.Ella asintió aún sonriendo y dio un par de pasos en dirección al príncipe.— Gracias por darme la bienvenida, joven Alexan, espero que nuestra relación sea próspera y que podamos llevarnos bien —.La falsa sonrisa de la chica, y su mirada herida, casi vacía; hicieron dudar al de ebras negras. Aunque sus modales siempre iban primero y de todas formas le devolvió la sonrisa y asintió en respuesta. La charla quedó atascada en esas insignificantes palabras, y ninguno de los dos buscó sacar otro tema de conversación. El llamado de una de las mucamas alertó a los jóvenes, ya era la hora de la primera cena real entre los prometidos...De esta forma pasaron las primeras dos semanas, Yermina no tenía ánimos de conocer más al príncipe, y él, tímido y temeroso no podía entablar una charla extensa con la desdichada muchacha.La tensión era fácilmente palpable en aquel castillo, y los padres de Alexan preferían no meterse en la estancada relación de esos chicos. Como su matrimonio también había sido arreglado por las familiares nobles, ellos entendían lo extraño e incómodo que resultaba vivir con un completo desconocido.Una noche la esperanza comenzó a crecer con fuerza en el corazón del noble chico de ojos negros. Cuando mantuvo la primera charla seria con su prometida, sentados en el gran patio del palacio, mirando las hermosas estrellas en el despejado cielo. E imaginando cómo serían sus vidas si todo hubiese sido diferente.Yermina había dejado escapar un pesado suspiro y se permitió compartir un pedacito de sus dolores con él. — Hace muchos años, yo tenía una mejor amiga, su nombre es Lucacia y nuestra relación era tan fuerte que nunca pensé que se terminaría —.Otro suspiro se perdió en el aire de esa noche, y la atenta mirada de Alexan no se quiso despegar de la figura desolada de Yermina a su lado.— Siendo sincera, joven príncipe, hace un tiempo hubo un ataque a mi reino; su padre fue el culpable... y ese día se fueron muchas personas, incluyendo a los padres de mi antigua amiga —.Los labios ajenos se abrieron ante la sorpresa, no se esperaba tal declaración, había sido ignorante de las disputas familiares en las que su padre se envolvía.Y así terminó su primera conversación, dos semanas después de conocerse, seguía existiendo una pesada tensión en el ambiente.Capítulo 4.La vida en las calles no era para nada sencilla, había muchos peligros, y hasta tenías que luchar demasiado por conseguir un poco de comida al día. Pero Lucacia no se quejaba, ya que nunca había conocido en realidad lo que era "Una buena vida".La joven de piel canela se había vuelto un ser cargado de odio, y como escape a su sufrimiento, dedicó todos sus días y sus noches, a armar un escrupuloso plan.Su nueva meta, su único objetivo en la vida, sería destruir al reino que le quitó a su familia.Y en oscuros callejones, sobre viejos trapos sucios, entre maleantes y ladrones, transcurrieron los últimos meses para aquella chica.Muchas veces había dejado vagar a sus pensamientos en el recuerdo de Yermina, pero intentaba borrarlos rápido, esa traidora no tendría que haberse considerado jamás su amiga. Cada vez que el nombre de la princesa llegaba a su mente, Lucacia apretaba con fuerza sus puños, sintiéndose impotente; y maldecía en voz alta a todo lo que había sucedido con ellas, con sus padres, con toda su vida. Esa madrugada, mientras recogía sus pocas ropas y las guardaba en una cartera de tela, estuvo cien por siento consentrada en repasar cada paso de su plan..Salir del Reino sin ser vista..Atravesar el Gran Bosque, y los Lagos Gemelos Oscuros..Entrar al castillo..Matar al príncipe. Bastante improvisado, pero muy pensado a la vez, Lucacia de todas forma emprendió viaje a Estanglia.Exactamente dos horas tardó en salir del territorio deirano, tuvo que escabullirse entre guardias y piedras muy altas, apiladas una sobre la otra. Tuvo que traspasar un mullido bosque de grandes pinos, y sus danzarines pies saltaron de roca en roca para cruzar un arollo.Minuto tras minuto, el cansancio se acumulaba en sus músculos, poniéndolos tensos y esforzando su cuerpo al máximo.Segundo tras segundo, un metro nuevo se agregaba a la lista de: Pasados.Hora tras hora, el destino se acercaba a ella con lentitud y paso firme.De un momento a otro, su estómago hizo un ruido escandaloso y chistoso. Tenía hambre. Suspiró, detenerse a cazar la retrasaría.Pero, rayos, tenía que alimentarse o se desmayaría antes de siquiera llegar al territorio estangliano.Miró a los lados, buscando con suma atención algo comestible, y para su suerte; un pequeño árbol de moras violetas se encontraba a pocos metros de ella.Pasos rápidos, movimientos ansiosos, agarró con torpeza unos cuantos frutos y volvió a seguir su camino. Aún le faltaba salir del Gran Bosque y pasar los lagos. Las horas se seguían apilando con cada pie que ponía sobre el suelo, la suela de sus zapatos de cuero se hundía levemente en la tierra, sus brazos se balanceaban en conjunto a sus piernas, y la mirada encendida en ansiedad y odio adornaba sus delicados ojos.Se despidió del bosque levantando su dedo medio y sacándole la lengua a la nada misma. Pegó un pequeño saltito de alegría al ver a lo lejos la silueta del reino vecino.— Pronto nos encontraremos, príncipe Santian... —Susurró siniestra, su voz salió algo ronca y cansada, pero firme y amenazante a la vez.Los Lagos Gemelos Oscuros se posaron frente a sus ojos. Un chasquido de fastidio resonó en todo el lugar, el silencio era hasta asfixiante, y la determinación seguía aumentando en el cuerpo de la chica.Aferró mejor el bolso que cargaba y tomó dos moras, las llevó a su boca y las apretó entre sus dientes con furia.— Bueno, es una linda madrugada para navegar... —Dijo con sarcasmo. Y un tronco viejo y hueco sirvió de balza para le adulta joven. Quien también tomó una gran rama de madera seca como remo.Una vez en el primer lago, usó una parte del conocimiento que adquirió en las calles y manejó el pequeño bote con destreza.Sí, aunque parezca raro, en el Reino Deira había canales. Y si los conocías al pie de la letra, podían servirte como escape perfecto. Aunque, tenías que saber dominar aguas turbias.Unas cuantas remadas más tarde, la tranquilidad del lago fue perturbada, y el alerta de peligro se activó dentro de la muchacha.Grandes olas se interpusieron en su rango de visión, una extraña y espesa neblila tapó todo a su al rededor y los nervios inundaron el corazón de Lucacia.Un grito desgarrador resonó en toda la superficie del lago, el viento azotaba con fuerza contra el agua, y la balza de la chica se movía descontrolada.Por un segundo tuvo miedo, un miedo que quemaba todo su cuerpo y que le generaba escalofríos. Sus párpados se cerraron e inspiró profundo, erradicando cada temor y trayendo armonía a su sistema.Unas suaves palabras fueron pronunciadas, para nadie en concreto y para todo en general.— Ranny suran yamarpag —.Sus ojos se mantenían cerrados, y sus manos empezaron a moverse rozando las turbulentas aguas negras.Un grito.Una voz grave maldiciendo se esfumaba entre la bruma.Otro grito.La voz de Lucacia respondió con otra frase inentendible.Un tercer grito.Los ojos de la joven se abrieron de par en par, rojos como el mismísimo fuego, ardiendo como el mismísimo infierno.Las tormentosas olas desaparecieron repentinamente, y el viento dejó de soplar en ese mismo momento.Una sonrisa victoriosa se dibujó en sus finos labios, y siguió su camino con total tranquilad por las profundas y negras aguas del lago.El sol amenazaba con aparecer en el horizonte, escondido entre altos árboles y reflejándose en la oscura mancha negra de agua que era el primer Lago Gemelo Oscuro.Ya casi lo pasaba, ya casi llegaba, solo un poco más; necesitaba resistir solo un par de horas más y podría demostrarle al mundo de qué estaba hecha.La punta de sus dedos picaba por la ansiedad de llegar de una vez a Estanglia, y los engranes en su cabeza se movían en perfecta sincronización y velocidad.Su sueño se estaba por volver realidad, sus más oscuros deseos se estaban por cumplir ante sus ojos.Un canal conectaba ambos lagos gemelos, y la pequeña balza de Lucacia penetró aquellas alocadas aguas sin problema alguno. Las traspasó con poca dificultad y entró de una vez al segundo pozo inmenso de agua negra.— Esto fue más fácil de lo que hubiera pensado... —Susurró con desconfianza la joven con sed de venganza.Cuando sus palabras se mezclaron con la neblina que la rodeaba, un fuerte rayo hizo acto de presencia. — Mi gran bocota y yo... —Dijo con amargura, mientras golpeaba con algo de fuerza su frente y hechaba una rápida mirada a todo lo que había a su al rededor.Otro rayo, uno más fuerte y ruidoso, más temible e imponente.El tercero, que azotó contra la orilla del lago.— ¿Cómo mierda pueden caer rayos si el cielo está despejado? ¡No me molesten! —.Le gritó a las inexistentes nubes, frustrada y enojada. Se giró en su lugar y pronunció otra frase en ese idioma extraño. Su voz no se escuchaba, pero sus delgados labios se movían con rapidez y seguridad.Nuevamente, los seres malignos del lago le temieron, el aura que emanaba ese cuerpo femenino era escalofriante. Y ningún espíritu, por más protector del lago que fuese, se atrevió a interferir en los planes de aquella muchacha.Dos horas extrañamente rápidas se esfumaron entre los dedos de Lucacia, y cuando quiso volver a repasar su plan maestro, ya se encontraba en los árboles que rodeaban el castillo real de Estanglia. Sus pasos eran lentos y silenciosos, infiltrándose entre ramas y troncos frondosos, el silencio por las mañanas era demasiado tétrico en aquel Reino.Su corazón golpeaba salvajemente contra su pecho, ansioso y emocionado por lo que haría a continuación.Fue incluso más fácil de lo que alguna vez soñó el entrar al palacio, y caminar con naturalidad por esos largos pasillos con techos exageradamente altos. Sonrió al imaginar el rostro de su Ex Amiga al pasar por ahí, seguramente habría mirado todo con los ojos irradiando brillos y con una hermosa sonrisa plantada en su rostro.— No, basta Lucacia, pensá en el plan. El plan. —Susurró solo para ella, no era un buen momento para ponerse a divagar en recuerdos y amistades falsas.Al divisar una puerta de color celeste con el nombre de "Príncipe Santian" en el centro, soltó una carcajada ahogada y cubrió con rapidez su boca. No podía ser tan infantil.Negó varias veces para volver a despejarse y buscó dentro de su pequeño bolso un objeto en especial.Cuando sus dedos rozaron el delgado trozo de madera, sintió como su sangre hervía en furia y todos sus sentidos se agudizaron.Estaba a dos pasos de tocar la perilla de la puerta, estaba a dos pasos de darle un giro a su vida, estaba a dos pasos de cambiar todo y de demostrar su valentía.Era una mañana fría y húmeda, el sol recién estaba comenzando a calentar la tierra y el reino aún no había despertado de su sueño. El deprimente clima no hizo flaquear la determinación de la chica.Por contrario, ella pensó que ese tiempo era perfecto. Tan oscuro y tenebroso como había sido su vida esos últimos años. Sola, en las calles vacías, buscando un escape en lo que sea.Y lo primero que encontró, fue la magia.Había caminado por horas, pasado por entre frondosos árboles y traspadado profundos lagos, todo para llegar al Reino Estanglia.Con su varita en mano, un viejo trozo de madera que logró comprar en una tienda de las calles bajas en su reino, Lucacia penetró completamente en la habitación de Santian, poniendo en marcha el último paso de su plan.Se acercó al cuerpo del chico, quien aún dormía en su inmensa y visiblemente cómoda cama, y alzó en el aire la delgada madera.Separó sus labios, dispuesta a soltar uno de sus poderosos hechizos y así acabar de una vez por todas con la vida de ese intento de hombre, pero un ruido seco detrás suyo la sorprendió. Giró completamente su cuerpo y se quedó paralizada al ver a la figura femenina frente a ella.— Yer…mina… —El nombre salió en un lastimero susurro, el rostro de la princesa era un poema, tantas sensaciones juntas no podían ser expresadas en simples palabras. Y eso, lo supieron ambas chicas al conectar sus miradas.El traje de dormir que portaba la futura reina rozaba el suelo, y cuando los torpes pies de Yermina quisieron correr a donde se encontraba su amiga, trastabilló y cayó bruscamente sobre la alfombra de cuarto.Lucacia sintió la desesperación apoderarse de todo su ser, una sola mirada a esos ojos marrones que tanto había extrañado y su plan ya había sido totalmente frustrado. Volvió a girarse, algo temerosa de encontrarse con el príncipe despierto, pero el destino estaba de su lado en ese momento y Santian no despertó con el ruido.Escapar, lo único que había en su mente ahora era: Salir de ahí rápido.Con esa idea en su cabeza, analizó las posibilidades a su al rededor, y optando por la "mejor para sus condiciones", corrió hacia la gran ventana que daba al inmenso balcón de esa enorme casa y se lanzó; dejando que su suerte le diga qué pasaría luego.Hojas, espinas, ramas.Raspones, heridas, sangre.Sus brazos quedaron marcados por la caída, las plantas que adornaban tan inocentemente aquel jardín hirieron su piel, pero ni eso logró detenerla; y de todas formas Lucacia corrió como si su vida dependiera de ello… y de cierto modo, lo hacía.Capítulo 5.En las fronteras del bosque que rodeaba a Estanglia, un dúo de amigos merodeaba sin un destino fijo.Habían salido de campamento hace dos días, solo para valerse por si mismos en la naturaleza y para desafiar a Alexan, su ex mejor amigo.Ian iba a paso lento, esquivando los troncos viejos que pintaban el lodoso suelo y soltando algún que otro insulto en contra del príncipe de su reino. Garique solo lo observaba desde atrás, lamentando que la amistad que mantenían haya terminado de tal forma.Hacía exactamente dos meses, estos tres muchachos habían tenido una fuerte pelea. Cuando Alexan se enteró de que su prometida iría al castillo, dejó de lado a sus "mejores amigos", y estos; totalmente ofendidos por ser reemplazados de tal forma, soltaron una linda colección de barbaridades contra el morocho heredero.Así, como último recurso, habían salido a una pequeña aventura por los territorios limítrofes del reino.En otro rincón del bosque, a unos cuantos metros de ellos…Lucacia.Su cuerpo estaba débil y tembloroso, su piel estaba raspada, delatando su escape improvisado.Lucacia, con aquel hermoso y largo cabello castaño todo enmarañado, y sus ojos rojos y vidriosos; se escondía del mundo entero entre unos arbustos.Había cometido un error, un horrible, gigante y asqueroso error.Y ahora temía por su vida, ya no tenía una meta que cumplir, había fallado en su venganza y había ahogado todas sus posibilidades en el río de sus sentimientos.Impotencia, sentía demasiada impotencia.Y estaba tan adolorida, que cuando unas ramas crujeron cerca de ella, no se dignó a moverse o a intentar protegerse.Cualquier cosa sería mejor que estar ahí sola, sufriendo y llorando por lo injusta que había sido su vida hasta ahora.Una melena rubia ceniza, y unos curiosos ojos azules se asomaron entre las verdosas hojas.El tiempo paró en ese instante, y ya nada importó tanto como antes.Las orbes marrones de la muchacha temblaron ante la emoción, y la sonrisa en los labios del chico creció inconscientemente.La burbuja que se creó al rededor de esos dos jóvenes se rompió cuando Garique llamó su atención, carraspéo incómodo y miró algo cohibido la escena frente a él.— Ian… creo que deberíamos volver al reino… —Ahora, fijó sus ojos marrones en las heridas de la desconocida y siguió hablando: — Y llevémosla a ella, está lastimada —.Otro escape de último momento, una nueva decisión de la cual desconocían totalmente sus consecuencias. Garique, Ian, y la aún sin nombre Lucacia partieron de vuelta al reino.La joven asustadiza solo se dejó guiar por esos chicos, permitiéndole al mundo que la envíe donde él quiera, con quienes quiera.Caminaron el silencio por unos minutos, hasta que el rubio no soportó la tensión e intentó romper el silencio.— Oye, ¿cúal es tu nombre? —.Fue directo y sencillo, detuvo su andar y miró directamente a los ojos de la chica, esperando una respuesta.— Lucacia. Mi nombre es Lucacia… ¿ustedes son…? —.Ella también iba a sacar información, después de todo, no sabía cuánto tiempo permanecería junto a esos dos. Garique sonrió y le tendió la mano, pronunciando su nombre con un tono ronco y amigable.Lucacia se sintió protegida por un momento, cuando los brazos de Ian rodearon su espalda, en una demostración de confianza.— Oh, adoro tu nombre. Y por cierto, yo soy Ian —.Le sonrió ampliamente, y el adolorido corazón de la muchacha se enterneció un poco… solo un poco, al apreciar esos blancos y radiantes dientes, y esa mirada llena de energía y alegría que cargaba el contrario.Una media hora más tarde, la conversación había surgido sola entre los tres, y el ambiente que habían formado era tan amigable que Lucacia sentía conocerlos de toda su vida.Capítulo 6.En el Castillo Real del reino Estanglia, el heredero aún seguía dormitando en sus aposentos privados. La intensa mirada café de la joven Corthfuoco se hallaba clavaba en el cuerpo que descansaba sobre el colchón. Entre pestañeos lentos y confusos, analizaba lo que había vivido hace escasos segundos. Después del estrepitoso golpe que se dio, no supo qué sucedía realmente, y ahora; ya lúcida y bien despierta, dudaba de que el encuentro con su añorada amiga Lucacia sea real o simplemente un producto de su imaginación.Se acercó lentamente a la cama, arrastrando sus descalzos pies en el suelo, aunque no quiera admitirlo; Yermina le había tomado un intenso cariño al Príncipe Alexan. Disfrutaba de apreciar la silueta del chico al dormir, tan pacífico y hermoso. Delicado.Al mirarlo, sentía un revoltijo de sentimientos en su pecho. Una mezcla entre culpa, por sentir aprecio por el hijo del hombre que asesinó a los padres de su mejor amiga, y burbujas de chocolate caliente, porque era la primera vez que el amor golpeaba a su inexperto y torpe corazón.Los minutos pasaron rápidamente, se perdían entre los variados pensamientos de Yermina y los dulces sueños de Alexan.La mano derecha de la chica se apoyó en la cabeza de su prometido, cuando el reloj marcó exactamente las 08:00 hs. Tenía la intención de despertarlo, con una sonrisa muy leve y tímida.Y así fue.Los ojos perezosos de Alexan se abrieron, y al percibir el aroma a galletitas de chocolate y café que poseía su futura esposa, se formó una genuina sonrisa en sus labios.— Buenos días, Yermina —.Salió en forma de susurro, tranquilo, cargado de paz.— Buenos días, joven —.Respondió ella con simpleza, y alejó su mano de la cabellera contraria.Mantuvieron una pequeña plática, mientras el más alto se levantaba y se despejaba del ameno descanso.15 minutos más tarde, ambos se encontraban ubicados en la gran mesa del comedor, con sus desayunos sobre la madera brillante.La muchacha de mejillas manchadas de marrón, decidió olvidar la pequeña situación que creyó tener horas antes, mejor se mantenía centrada en su futuro esposo y en su nueva vida.— Yermina, ¿le gustaría salir a pasear por los alrededores del Castillo hoy? Podríamos recorrer las calles del reino —.La voz, entre gruesa y añiñada del Príncipe resonó en toda la habitación, y la mirada más oscura clara se clavó en él, analizando en su mente la repentina propuesta.— Me parece una excelente idea, Alexan. Ya es hora de que conozca bien el reino. Debe ocultar muchas bellezas —.Soltó una suave risa al terminar esta oración y se llevó un trozo de pastel a la boca, saboreando su gratificante desayuno.El de mechones color sombra se quedó callado unos segundos, apreciando las acciones de la contraria. Le parecía tan raro compartir esos pequeños espacios de su vida con alguien, y en especial una mujer, su prometida.Había pasado tantos años en soledad, que esto era mucho que asimilar. Su corazón se regocijaba de felicidad. Ignorando totalmente su pasado, la conexión indirecta que tenía con el pasado de su futura esposa y el futuro que les deparaba a ambos.Compartieron otros cortos diez minutos, entra que terminaban su desayuno y se apropiaban del dulce y cálido ambiente de la habitación. Yermina se levantó y tomó los platos para llevarlos a la cocina, hacerle un "pequeño favor" a la muchacha que trabajaba allí, Vanina. Sus pies desnudos se aventuraron por unas de las tantas puertas que decoraba las paredes del cuarto, sonrió en grande al ver a la chica con su bello pelo castaño en un pequeño rodete y su amigable sonrisa blanquecina. Vanina dejó todo lo que estaba haciendo y se inclinó ante su majestad.— Buenos días, Princesa Yermina, ¿qué la trae por estos lados del Castillo? —.Su aguda voz sonó fuerte y segura, a sabiendas de que la princesa era alguien con quien sí se podía tratar. Yermina dejó los respectivos objetos sucios sobre una gran mesada de mármol blanca y miró a la muchacha de rizos color tierra con otra sonrisa.— Solo te traía los platos, terminamos de desayunar con El Príncipe y quise ayudar al menos en algo —.Se acercó nuevamente a la puerta y soltó un pequeño suspiro, ansiosa.Le dedicó una mirada cómplice a Vanina y siguió hablando.— Hoy vamos a salir a caminar, ¿qué podría ponerme? ¡Estoy muy nerviosa! No pasamos mucho tiempo a solas —.Dejó que sus ojos café recorran los sectores de la habitación con nerviosismo mientras terminaba de hablar.Como respuesta, Vanina soltó una suave risa y se apoyó contra una mesa de madera que había cerca suyo, estaba amasando antes de que Yermina entrara.— Cualquier cosa que se ponga le quedará bellísima, su Alteza. No debe preocuparse por eso —.Le apoyó con un tono apacible y simpático. Yermina asintió, no muy convencida y luego de cruzar un par de palabras más, huyó a su habitación a decidir qué se pondría para su "cita".Capítulo 7.Lucacia, Ian y Garique.Con ayuda de los dos chicos, Lucacia usaba las pocas fuerzas que le quedaban en caminar por las vacías calles mañaneras del Reino Estanglia. Medio a rastras, medio a paso caracol, tardaron exactamente 15 minutos en llegar a una pequeña casa color beige que pasa desapercibida al estar oculta entre muchos pasillos y muchas casas iguales a esa.

     El tiempo siguió avanzando y Maika sólo se hundía cada vez más en su propia miseria. Era débil. Por más que los demás le dijeran lo contrario, no la hacían cambiar de opinión. Porque ella sabía la verdad. Los demás no podían entenderla y no pensaba esforzarse en que lo hicieran.      Ella aparecía todas las noches, manteniéndola despierta durante horas enteras, y ocasionalmente, también lo hacía en el día. Presentía que su cuerpo no iba a resistir por mucho tiempo. Exagerando un poco, quizás dormía dos horas seguidas y durante el día, intentaba hacer cualquier cosa que la mantuviera distraída de su consternada mente. La sensación aplastante en su pecho no se iba, estaba constantemente necesitada de poder respirar con normalidad, tranquilamente. Los momentos anteriores a su estado actual se veían demasiado lejanos, no recordaba lo que era poder recostarse en paz y disfrutar de la comodidad de su cama o una buena película. Era consciente de cómo los músculos de sus piernas, su espalda y hombros estaban en constante tensión, en un estado de invariable alerta como si estuviera esperando que algo saltara sobre de ella en cualquier momento.     Por otro lado, había estado hablando con sus padres de vez en cuando. Había evitado decirles lo que estaba sucediendo con ella, pero sabía perfectamente que a su madre no podía engañarla. Luisa se empeñaba en recomendarle diferentes tés. En alguna ocasión había podido bromear, diciéndole que se parecía a “doña remedios”, una ancianita de la cuál su padre hablaba cuando recordaba sus años de juventud, cuando vivió en Santa Clara, la cual tenía grandes conocimientos con la medicina natural. Luisa también le recordaba a diario que la tenía en sus oraciones, diciéndole que todas las noches le pedía a Dios por ella y su salud. Maika siempre se sentía incómoda cuando la escuchaba decir tales palabras, pues su madre le hacía ver claramente que estaba realmente mal de su salud tanto física como mental y eso solo dejaba a la vista, en la superficie, lo débil que estaba siendo. La muerte de Mich había sido como una patada de mula, era algo que a ella seguía manteniéndola impresionada y quizás en shock, sin poder creérselo.     Su vida se había vuelto una basura en cuestión de minutos. No podía salir del hoyo en el que se estaba hundiendo. Dolía como el infierno sufrir a diario, saber que nada de lo que hiciera le hacía algún efecto. No podía imaginarse cómo estaría Diana. A veces, solía pensar que quizás ella ya se encontraba bien, ¡hasta estaba trabajando!, y todo indicaba que ella era la única quedándose atrás. ¿Hasta cuándo? Quizás hasta que se muriera, lo cual casi podía asegurar sería muy pronto. Si seguía de esa manera, no podía esperar otro final.      Pero, al parecer, un día la vida decidió apiadarse de ella cuando menos un poco. ¡Había logrado dormir! Sí, era algo increíble. Todo un logro después de casi un mes y poco más con aquella asquerosa presión sobre su cuerpo, casi como si estuviera tratando de desafiar los límites a los que podía llegar. Tal vez debió registrar el tiempo que pasó en vela y llevarlo al libro de records Guinness. Ya podía figurarse entre sus páginas como el ser humano con más horas sin dormir.      Se sorprendió de ver que eran las 11:00 am cuando abrió sus ojos. Quizás fueron cuatro horas las que consiguió de sueño. Casi podía sentirse eufórica de descubrir aquello. Tampoco es que tuviera toda la actitud del mundo, pero cuando menos se sentía con la capacidad de dar una sonrisa que no fuera del todo forzada como si tuviera un rictus ya marcado e incapaz de cambiar. Y así lo hizo, se levantó y sonrió hacia Samara cuando la vio sentada en la salita viendo la televisión.     —¿Qué onda?—saludó a su prima.     Samara desvió su mirada del televisor y devolvió la sonrisa a su prima de manera instintiva, al verla un poco más animada.     —Buenos días—dijo Samara simplemente, virándose a la televisión, pero sin dejar de observar de reojo a la menor. La miró acercarse al refrigerador y buscar algo para prepararse desayuno, un detalle nuevo, pues otro síntoma que había mostrado Maika luego de lo de Mich, había sido la incapacidad para comer.      Maika tuvo la energía para hacerse algo de comer. Se preparó un omelet y calentó cuatro tortillas de maíz. Realmente no sentía hambre, pero nunca había perdido conciencia de que debía, cuando menos, alimentarse un poco para seguir funcionando.      Una vez a la mesa, frunció un poco el ceño al ver los anuncios en la televisión. No se había fijado qué era lo que miraba su prima.     —¿Qué miras?—preguntó a Samara.     —Una novela—respondió ella automáticamente con cierta emoción.      Maika entendió que, al parecer, la novela estaba en un momento crucial de la trama.     —Oh—exclamó, sin querer ahondar en el tema; no le gustaban las novelas, así de simple. Maika se encogió de hombros y picó un poco su desayuno. Ese era otro problema que la estaba matando. Hacía semanas que no podía tener una comida decente. Su estomagó parecía estar en huelga, negándose a dejarle pasar más de dos o tres bocados, estaba cansada, quería dormir bien y comer tanto como lo hacía antes, pero no sabía cómo solucionarlo. Aunque, bueno, no era momento de concentrarse en ello.     Maika se quedó absorta en un punto blanco de la mesa. Masticaba su comida lentamente, en automático, por pura inercia. Algo comenzó a molestarla, parecía como si algo se hubiera enredado en su pecho y se fuera apretando poco a poco como un cinturón, como una serpiente enroscándose lentamente alrededor de su presa para asfixiarla. Su respiración se volvió superficial y entonces, cometió el error de mover su cabeza escasos grados para ver hacia su espalda.      Como si de pronto hubiera tocado un cable de corriente, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza en menos de un segundo.     Ella estaba de pie tras de sí, de un tamaño colosal, encorvada hacia enfrente y con una sonrisa aterradora, cerniéndose sobre Maika como una gigantesca sombra a punto de engullirla.     Algo en su interior se hizo añicos, como una enorme ventana de cristal siendo rota por una inesperada roca, miles de agujas disparadas y clavándose por todo su cuerpo. Sin poder controlarse, se puso de pie de un rápido movimiento, haciendo caer la silla, para luego salir corriendo fuera de la casa y luego hacia la calle. Sin embargo, no alcanzó a llegar demasiado lejos, cuando Samara ya estaba tras ella sosteniéndola de su brazo para impedir que se fuera.     Maika comenzó a revolverse y a negar sin descanso.      Samara la sostuvo de sus dos brazos y la volvió hacia el interior de la casa. Maika comenzó a llorar como una niña cuando se vio nuevamente en la sala. Lloraba desconsoladamente, sus manos y su labio inferior temblaban como si estuviera cerca de una hipotermia, sus ojos estaban increíblemente abiertos, llenos del más puro terror y no dejaba de murmurar incoherencias.     —Maika.     —No, no, no, déjame en paz—barboteaba. Dientes apretados y mirada perdida, llena de gruesas lágrimas.     —Tienes que tranquilizarte.     Maika lo único que deseaba era soltarse y largarse. Sentía un frío aterrador por todo el cuerpo.     —No… no.     Samara no podía quitar la mirada de la expresión de su prima. Jamás había visto a nadie así de aterrado, de perdido. Tenía un nudo en la garganta y la impotencia comenzaba a apoderarse de su cuerpo.     —Tú estás bien… tienes que escucharme…     —No, no, no, no… no me siento bien… algo me pasa… yo…     Samara cerró sus ojos, tomó una profunda exhalación, aun sin soltar las manos de su prima. Maika había enterrado un poco sus uñas en su piel, tratando de aferrarse a algo, y dolía, pero no tenía intención de decir algo al respecto.     —¿Quieres que le hable a tu hermano?     —¡NO! No, n-no le di-digas nada—logró balbucear Maika.     El sonido de un celular interrumpió el intento de Samara por tranquilizar a Maika. Maika se soltó del agarre de su prima y como si su vida dependiera de ello, se volvió a la habitación que compartía con sus primos y fue en busca de su teléfono.     —¿Hola?—respondió con voz temblorosa, sin siquiera haber revisado quién llamaba.     —¿Maika?      —¿Sí?     —¿Sucede algo?     —¿Qu-quién habla?     —¿Maika?     Samara arrebató el teléfono a su prima.     —Ey.    —Samara, ¿pasa algo?      —¡Aaron, eres tú!—exclamó con ligero alivio.     Maika la dejó sola y se dirigió al baño. Seguía llorando y sin poder poner en orden sus pensamientos, estaba aterrada, estaba segura que se estaba muriendo, y mientras más pasaba el tiempo, sabía que menos podrían hacer algo por ella. No tenía idea de porqué, pero de pronto podía imaginar que alguno de sus órganos había explotado y pronto comenzaría a sangrar. Se revisaba frecuentemente su nariz, con manos inestables y mirada nublada de lágrimas.     —Es tu hermano, habla con él—dijo Samara asomando su cabeza al baño.     Maika tomó el teléfono y lo llevó a su oído.     —¿Qué tienes, “mamá”? —preguntó Aaron con voz tranquila.     —No… no sé… yo…     —Tienes qué calmarte, ¿me oyes? Tranquilízate. ¿Quieres que te lleven al hospital?     —Pues… sí—respondió por lo bajo, con un nudo en su garganta.     —Está bien… no pasa nada, pero tranquilízate ¿sí? ¿Quieres que vaya a verte?     Maika permaneció en silencio, procesando el sonido de la voz de su hermano. Le llevó unos segundos comprender que se refería a verla en el hospital. ¿Y si la internaban? ¿Y si moría en el camino? ¿Y si…?     —Sí… sí… bien.     —Bien… pero tranquilízate “mamá”, Samara te llevará y todo estará bien ¿de acuerdo?     —Mhm—asintió en un murmuro.     —Bien, te veo al rato.

CAPÍTULO 4:Chrystal al ver que el auto se detuvo no muy lejos de ella, dio velocidad al paso.- ¿Entonces sí quieres que te lleve? -preguntó el chico con una sonrisa sarcástica, al mismo tiempo que abría la puerta del auto, invitando a Chrystal a subir.Ella accedió y subió sin pensarlo mucho, cerró la puerta y el auto arrancó.- Gracias -hizo una pausa breve y continuó- ¿Por qué me esperaste? -preguntó con un cierto grado de timidez.- Pues creo que nadie más iba a pasar por ti, ¿cierto? -respondió el chico quitándose los lentes y poniéndolos en su camisa; Chrystal volteó a verlo y hasta ese momento se dio cuenta de quién era: Farid.- Cierto -al decir esto Chrystal bajó la voz un poco.Centró su mirada en un anillo no tan voluminoso pero llamativo para ella que estaba en la mano izquierda de Farid. No conocía mucho de joyas pero podría asegurar que era de oro puro, tenía un triángulo y un dragón dentro de él. Dio un vistazo al camino y se animó a preguntar:- ¿Eras tú el que estaba en el parque, verdad? -pasaron unos minutos y Farid no respondía, en el auto se sentía un ambiente de tensión. Chrystal vio el semáforo, estaba en rojo, que significa alto así qué aprovechó para bajar de ahí, rápidamente abrió la puerta y se levantó; de repente algo le sorprendió.- ¡Sí! -dijo Farid lanzándose a agarrar la mano de Chrystal- Sí era yo -ella hizo un movimiento con el brazo intentando librarse de Farid pero no pudo.- ¿Te molesta? -dijo refiriéndose a lo del parque.- ¿Qué hacías ahí? ¿Por qué me estabas espiando? - Cierra la puerta, para que podamos seguir, por favor, y contesto tus preguntas.Ella no lo conocía, no sabía de donde había llegado pero notaba cierta sinceridad en sus palabras, lo que la hizo confiar en él. Chrystal volvió a entrar en el auto y continuaron el camino.- Ahora respóndeme.- No había podido hablar contigo antes por internet, y decidí ver cómo estabas, pero creí que te asustaría verme allí, así que por eso ya no te hablé.- ¿Y eso es todo?- Sí, ¿esperabas algo más?- ¿Dime por qué llegaste a allí?, es decir, no nos conocemos, ¿por qué estás interesado en mí?- ¿Qué te hace pensar eso? -dijo Farid seriamente.- Porqué más irías a verme, porqué más me darías tu abrigo y porqué más me estás llevando a casa.Él sonrió irónicamente.- Por cierto, no te he dicho ni siquiera mi dirección- No hace falta, -al decir esto Chrystal volteó a verlo sorprendida, ¿acaso se refería a que también la había seguido a casa antes?- es decir, -continuó Farid al ver la expresión de Chrystal- ésta es la ruta del autobús, lo que significa que voy por buen camino, ¿cierto?- Sí, cierto; así que no me querías asustar al hablarme pero si decidiste seguirme.- No lo hice.- ¿Entonces por qué estuviste ahí al poco tiempo de que bajé del autobús? - Pues solo creí que necesitarías ayuda.- Claro.- Te estoy diciendo la verdad.- ¿Acaso estás coludido con mis amigas?- No.- ¿Entonces vas a secuestrarme o algo así?- Nunca he hablado con Sibel o Kusum, mucho menos Trisha.- ¿Cómo sabes sus nombres?- Y si quisiera secuestrar te ya lo habría hecho, ¿no te parece?- ¿Cómo sabes sus nombres? -preguntó Chrystal por segunda vez. Pero esta vez su voz sonaba un poco temblorosa, con temor.- Te conozco, les preguntas te por mi.- ¿Pero como sabes eso?, si se supone que no las conoces.- Las escuché. Cuando acompañaste a Trisha. Cuando antes de entrar a la escuela interrogaste a Kusum y supongo que con Sibel hiciste lo mismo.- Puedes dejarme aquí. - dijo ella cuando aun faltaban cinco cuadras para llegar a su casa. Y Farid lo sabía. Justo en la parada del autobús.- ¿Estas segura?- Sí.El no quería incomodarla más, así que dejó que bajara del auto. Esperó a verla cruzar con bien la calle, arrancó rápidamente el auto y se marchó. Mientras Chrystal caminaba seguía pensando si eso podría ser algún tipo de broma o si en realidad ninguna de sus amigas lo conocía, pues si así era sus amigas tal vez corrían grave peligro.En medio de su pensar ella recordó que aun tenía puesto el abrigo de Farid. Ya iba a mitad de la cuadra, volteó a ver el auto y por supuesto ya no estaba, por alguna razón ella no se quitó el abrigo, a pesar de que ya no llovía. Chrystal ni siquiera se dio cuenta cuando el auto se fue.Volvió la vista al frente y continuó su camino. No paraba de pensar en Farid.Mientras tanto Chrystal tuvo el presentimiento de que alguien la observaba, creyó que era su imaginación, pero no  era así. Y no solo a ella observaba, sino también a Farid; los había seguido. Vio cuando Chrystal bajó del auto y la siguió hasta su casa.

Un extraño aventurero espacial tiene que ayudar a un extraño ente alienígena. ¿Cómo? En efecto... Asaltando un banco... Una historia corta con toques de ciencia-ficción ligera y algo de humor.Aquí la historia: —Creo que se equivoca de persona —le dije a la cucaracha gigante.—¿No es usted, acaso, el legendario Sr. Jim? —replicó la cucaracha—Hombre, tanto como legendario... Pero sí, soy el Sr. Jim, el gran aventurero galáctico. —Pues entonces, no me equivoco... —dijo la cucaracha.—Esto es muy kafkiano — añadí yo.—No le entiendo. Conozco su lengua, pero no reconozco ese adjetivo...—Que esto de hablar con una cucaracha gigante, es muy raro, la verdad... —Oiga, un poco de respeto...—Sí, claro, perdone... Ya sé que no es usted una asquerosa cucaracha megagigante... Pero me ha de reconocer que es como una cucaracha hiperalimentada... Que vale, gigante no es del todo, pero usted mide mucho más que una cucaracha “ordinaria”...—Mido un metro veinte... No es tampoco demasiado —replicó la cucaracha.—Para una cucaracha yo diría que sí... Al menos para las que yo conozco... Tampoco es que conozca muchas, pero bueno. —Si usted lo dice... Aunque le puedo asegurar que no soy la más alta de mi especie. —Entiéndame, estuve varios años en la federación, y sé que existen diversas especies de insectoides inteligentes en la galaxia... Pero hasta ahora, que yo recuerde, no había interactuado con ningún ser insectoide... A parte de pisar alguna hormiga en alguna ocasión, claro... —Siempre hay una primera vez para todo...—Y claro, eso que me tenga aquí atado de pies y manos a una silla, pues tampoco ayuda la verdad...—Bueno, bueno, no me cambie de tema, ¿es usted o no el mítico Sr. Jim?- insistió el insecto. —Evidentemente, soy yo el legendario Sr. Jim, ya se lo reconocí antes ¿porqué me lo pregunta?—Necesito pedirle ayuda...—Pues valiente manera de pedir ayuda la suya... —Necesito la ayuda de un gran héroe galáctico como usted.—Pues no veo la necesidad de que me tenga atado de pies y manos a esta silla...—Es que cuando fui a pedirle ayuda se puso usted muy violento, la verdad.—¿Qué esperaba? Si me asalta en mitad de la calle un insecto enorme... ¿Como quería que reaccionara?—Pues no sé, pero se supone que un gran héroe espacial como usted, no se asusta ante nada, ni nadie, por muy enorme que le parezca...—No, si al principio pensé que usted venía a pedirme un autógrafo, o que quería hacerse una foto conmigo con el móvil. Pero cuando empezó a preguntarme si yo era yo, y a dudar de que yo fuera un héroe galáctico... La verdad es que me molestó y quizás me puse algo nervioso... —Tenía que estar seguro que usted era el mítico Sr. Jim, perdóneme si le asusté, no era mi intención.—Bueno, la verdad es que yo tampoco soy muy amigo de los insectos y más si son de un tamaño considerable. Perdóneme usted si me puse violento, agitando los brazos y gritando: ¡quita bicho, quita!—Sí, la verdad es que fue usted un pelín desagradable, sí. —Bueno, en cualquier caso, una vez realizadas las disculpas oportunas, explíqueme para que necesita mi ayuda exactamente. —Verá, es muy sencillo, necesito que me ayude a robar un banco...—¡Un banco! ¡Cáspita!—Bueno, bueno, que no es para tanto, que tampoco es un banco demasiado grande...—Ah, ¿pero que se ha creído usted?¿No acabo de dejarle claro que yo soy un gran héroe galáctico? No me dedico yo ni al robo galáctico ni al hurto espacial ni al atraco sideral, que son cosas similares, claro está...—Pero si leí que usted había robado un tren... —¿Como que un tren?—Sí, sí, un tren... Aquello que usan los humanos con muchas ruedas y alargado, que es como un ciempiés gigante... —Me parece que usted está confundido... —Que sí, que sí, que lo he leído, mire usted —dijo señalando un pequeño librito que no supe de donde se había sacado —A ver, a ver... Debe tratarse de algún error... A ver que es ese librito... Leñe, pero acerquemelo para que lo pueda leer, que no ve que sigo atado a esta silla —protesté yo. —Mire, mire... Es un recopilatorio de sus hazañas escrito por usted mismo —dijo la gran cucaracha acercándome el librito como le había pedido. —¿Como es posible? Ah, ya veo, esta es una aventura mía titulada Asalto al tren, sí es cierto... —¿A visto?¿Ve como es verdad?—Pero hombre de Dios, o cucaracha de Dios, ¿usted se ha leído la narración esta en concreto?—Hombre, el título es meridianamente claro: Asalto-al-tren, no hay lugar a dudas.—Pero si se hubiera leído el texto en cuestión, vería que realmente no se trata de ningún robo.—Permítame dudarlo.—Ostras, ¿pero no me está reconociendo que eso lo he escrito yo? ¿Como es posible entonces que dude cuando le digo que aquello no fue ningún robo?—No le puedo creer.—¿Pero usted se lo ha leído?—Bueno, bueno, leído, leído... Quizás no sería la palabra exacta... —Pues entonces... En cualquier caso, como comprenderá, yo al ser un héroe galáctico no puedo involucrarme en hechos delictivos de ningún tipo...—Pero usted como héroe galáctico tendría que ayudar a la gente.—Sí, eso es, pero no ayudar a la gente a cometer delitos, evidentemente.—Tiene que ayudarme, mi situación es desesperada y no sé a quién más recurrir... —Hay que ver lo insistente que es usted. Parece usted un moscardón, más que una cucaracha.Tiene suerte que este atado y no pueda marcharme para dejarle de oír... —Ya le digo que estoy desesperado...—A ver, ¿pero que es lo que quiere usted robar exactamente?—Ya se lo he dicho antes... Un banco.—¿Un banco? Supongo que no será un banco de esos del parque para sentarse. —Claro, claro que no, es un banco, banco, donde guardan dinero, joyas y esas cosas.—Es lo que me temía... ¿Y para que quiere usted robar un banco? Sí que es verdad, que está el concepto de “banco malo”, pero no creo que quiera usted robar un banco malo de esos...—No, creo que no, es un banco normal, normal y corriente. —aclaró la cucaracha. —¿Y porqué quiere usted robar un banco? —Me robaron mi tesoro más preciado y lo guardaron en ese banco —explicó la cucaracha.—Hombre (o cucaracha), haber empezado por ahí... Siempre se ha dicho, que quién roba a un ladrón... Si es para recuperar algo, legítimamente suyo, entonces la cosa cambia.—Por supuesto, el robo es para recuperar algo legítimamente mío, que me habían robado previamente unos desalmados sin corazón —ratificó la cucaracha.—Pues adelante entonces, desáteme y explíqueme el plan para realizar el atraco. Y así lo hizo. La verdad es que no era un plan muy elaborado. Supongo que las cucarachas tienen una inteligencia algo limitada. El insecto en cuestión disponía de vehículo propio, para usarlo en el atraco y posterior huida. No era gran cosa. Un coche algo desvencijado y vetusto. Muy similar a un coche de los de la tierra de los años 60 del siglo XX terrestre. No era un “escarabajo”, pero casi. La cucaracha también contaba con un par de ametralladoras, también de apariencia terrestre y de aspecto antiguo. En verdad, visto aquellas antiguallas, sí que parecía que a la pobre cucaracha aquella le habían robado todo su dinero y que vivía en la más absoluta miseria. El nauseabundo olor que desprendía el interior de ese coche, me hizo pensar que seguramente el pobre bicho aquel vivía dentro de aquel viejo coche. Llegamos sin problemas hasta la entrada del banco en cuestión. La cucaracha me tendió una mascara de un presidente de la Federación, y a su vez ella se puso otra de otro presidente de dicha institución. Entramos metralleta en ristre, disparando al aire, y diciendo aquello típico de: ¡Todo el mundo al suelo, esto es un atraco! Luego obligamos a una empleada del banco a que nos abriera la cámara acorazada, y entramos en ella (en la cámara, no en la empleada): —Vamos, rápido, coja todo el dinero que pueda —le dije a la cucaracha.—No, no hemos venido por el dinero —respondió la cucaracha.—¿Cómo?¿Y que hemos venido a robar entonces? —pregunté con cierta extrañeza.—Mire, aquí, aquí donde guardan la joyas —indicó el enorme insecto. —Bueno, pues coja todas la joyas que pueda y larguémonos. —Tampoco, solo he venido a buscar lo que es mío... Oh, aquí está — dijo mostrándome un aterciopelado estuche y abriéndolo para que pudiera ver unas pequeñas y brillantes esferas que estaban guardadas en su interior.—Oh, sí, en verdad, son unas joyas bellísimas —dije acercando mi mano para coger una de esas esferas, pero al instante la cucaracha cerró la tapa, y yo retiré mi mano con cierto sobresalto, lo cual me recordó aquella típica escena del film Pretty Woman. —No hay tiempo que perder, marchémonos, antes de que llegue la poli —dijo ella. —Sí, será lo mejor, ahora que ya tenemos lo que hemos venido a buscar...—Eso es — dijo la cucaracha—Y por cierto, ¿que son exactamente esas pequeñas brillantes esferas que estamos robando? ¿Son las joyas de su familia acaso? —pregunté a la cucaracha. —No, son la familia —respondió ella.—¿Cómo que la familia?—Sí, mí familia, son mis retoños, mis hijos, que me robaron durante su incubación, unos humanos desalmados, pensándose como usted que eran unas valiosas joyas —explicó ella. —Vaya... Bueno, marchemos a toda prisa que ya empiezo a oír las sirenas de los coches de policía que se acercan. Alguien del banco debió dar la alarma. —Sí, es lo que tiene dejar sin vigilancia a los trabajadores y clientes del banco, mientras uno está robando —añadió la cucaracha.—Me cachis — exclamé yo.—Pues sí, yo necesitaba ayuda para que vigilaran a los trabajadores del banco, mientras recuperaba a mis retoños, ya se lo expliqué junto con el resto del plan... Pero es usted tan chafardero, que se ha olvidado de la gente del banco y se ha metido aquí conmigo para ver que era lo que venía a recuperar —me recriminó la cucaracha. —Usted perdone, encima que le ayudo, me va a poner usted pegas, ya le dije que yo no era ningún atracador — protesté yo. —Déjese de charla, y salgamos pitando de aquí —apremió la cucaracha. Y así lo hicimos. Por suerte logramos huir antes de que llegara la policía.Nos metimos en el coche de la cucaracha y salimos a toda velocidad de la zona. No sin antes, insistirle en que me dejara conducir a mí, dadas mis dotes de pilotaje. La cucaracha pareció algo reticente a ello, pero dada la premura cedió y me dejó a mi conducir el coche. Conduje a toda velocidad, pero cuando estuvimos lejos de ahí, ya a las afueras de la ciudad, vimos por el retrovisor un coche de policía con la sirena en marcha que se nos aproximaba también a gran velocidad.—¡Ostras la poli! —exclamé.—¿Que hacemos ahora? —preguntó la cucaracha que tenía de copiloto. —No sé... Ya sabía yo que esto no iba a salir bien…—Tiene que ayudarme... Falta tan poco para que pueda escapar con mi familia... Sería una lástima que nos detuvieran ahora, estando tan cerca... ¡Acelere!—¡Ya voy a la máxima velocidad de este vehículo! El trasto este no da más de sí…—¡Tiene que hacer algo! Nos está alcanzado el coche de policia... —dijo ella.—Bueno, es que ellos sí que tienen buenos y rápidos coches, por lo visto... —Esto es el fin... —se lamentó la cucaracha.—No se rinda todavía... Tengo una idea... —dije frenando el coche.—¡¿Pero qué hace?!¡Insensato!—Tranquilo, déjeme a mí, usted no hable...Detuve el coche totalmente en un lado de la carretera. Y la policía paró detrás de nuestro coche, a unos escasos metros. En el coche policial vimos que solo había un agente. Este salió del auto, y se aproximó caminando hasta la ventanilla del conductor donde yo me hallaba. El poli tenía pinta de uno de esos típicos polis de las pelis americanas, alto, rubio, con gafas de sol y mascando chicle. Yo bajé la ventanilla y el poli dijo así:—¿Dónde van ustedes tan rápido?—Verá, es que mi mujer está de parto, y tenemos prisa por llegar al hospital…—¿Su mujer?¿Esa asquerosa cucaracha?—¡Oiga!¡Un respeto!—Disculpe, pero es que por aquí no estamos acostumbrados todavía a las nuevas leyes de matrimonio interespecies…—Pues váyanse acostumbrando... Y ahora si me permite, como le decía tenemos mucha prisa…—No veo que su señora tenga mucha cara de dolor…—Ya sabe lo expresivas que son las cucarachas... En cualquier caso, me parece que usted no tiene mucha idea de como son los partos en las cucarachas…—No, la verdad es que no…—Pues no nos entretenga más…—Está bien, está bien, márchense, y contrólese un poquito con la velocidad... —Gracias agente...El policía en cuestión, se irguió de la ventanilla de nuestro coche, y dio media vuelta, pero enseguida giró de nuevo y bajó la cabeza para volverme a hablar a través de la ventanilla del coche:—Oiga, he pensado que podría acompañarles, así iría delante suyo abriéndoles camino hasta el hospital…—Es muy amable por su parte, señor agente, pero no es necesario, seguro que tiene usted otras cosas más importantes que hacer…—Pues ahora que lo dice, así es, pues me dirigía al centro de la ciudad, pues por lo visto se ha cometido un atraco en el Banco Central... —Uy, el Banco Central, pues vaya, vaya, no se preocupe por nosotros, que ya estamos cerca del hospital…—De acuerdo, que vaya bien el parto — y con estas palabras el agente volvió a su vehículo, dio media vuelta, y siguió en dirección contraria a nosotros a toda velocidad y con la sirena en marcha. Nosotros respiramos aliviados, y seguimos, esta vez a menor velocidad, nuestro camino hasta la nave que teníamos oculta en las afueras para escapar del planeta. 

A lo largo de mis viajes he conocido, leído, visto o escuchado miles de anécdotas. Desde tiempos antiguos el hombre como tal a cruzado las lineas de la misma imaginación para dar una explicación a su existencia en el universo. En este mundo donde la naturaleza rige en su reino y el humano invade su privacidad. He tomado la larga tarea de escribir cada una de las historias del ser humano.Camino por mar y tierra, por el espacio y tiempo sin rumbo en busca de cada historia. No fijo un rumbo, nunca se en donde parare, creo que eso es lo que mantiene interesante este trabajo; puedo encontrarme en el pasado como puedo terminar miles de años en el futuro. Lograre ver el comienzo de la vida y quizás el final de esta.Esta es la primera historia que escribí; la titule "mujer sin nombre". No se bien en que año me encontraba, ni idea del lugar pero el clima era cálido, camine senderos en busca de un lugar donde comer o beber algo, el aire caliente tocaba mi rostro y movía mi sombrero, las aves y las hojas de los arboles sonaban al par de mi bastón mientras caminaba. Luego de algún tiempo encontré una pequeña taberna a las fueras de una ciudad de roca grande. Entre sin causar mucho ruido, me gusta ahorrarme escandalo. Me acerque a la barra pidiendo algo de beber y comer, me sirvieron un tarro grande de cerveza y carne.Mire a los lados y justo vi a un anciano con mirada sabia viéndome, inmediatamente reconoció que soy un viajero y exclamo .-¿no es de por aquí cierto? .- no señor, soy un viajero en busca de comida y una buena historia, ¿tiene una que me sirva? .- en este lugar se vive de leyendas, quizás pueda contarle alguna de ellas .- se lo agradecería mucho. Proseguí a comer y a escuchar la historia del anciano. .- Muchos años atrás una hermosa mujer aterrizo en estas tierras llenas de guerra y sangre, las batallas eran largas y tan violentas que tornaban el cielo de sangre. Esta mujer llena de belleza e inteligencia vio a los hombres matarse unos a otros, esto la logro convencer de irrumpir y hablar con los luchadores. Los hombres cautivados por su belleza la miraron y escucharon sin decir ni una sola palabra. Ella hablo de paz y construir una ciudad que brindara de bienestar a todos, los hombres después de escuchar a la bella mujer dejaron de luchar  construyeron arriba de los cimientos de la batalla una hermosa ciudad. La mujer no se volvió a ver ni saber de ella, en su honor se levanto una estatua en la entrada de la ciudad. - Pero, ¿cómo se llamaba esa mujer que calmo las almas de guerra de los hombres?. - no lo se, ya estoy viejo para recordar buenas historias, pero puede ir a ver usted mismo a la estatua que le menciono, si sigue por el sendero llegara a la ciudad. - gracias por compartirme su sabiduría, espero alcanzar a visitar la ciudad antes de que se me acabe el tiempo y tenga que partir. Agradecí la comida, tome mi bastón y me retire por el sendero que menciono el anciano, camine hasta que el cielo se torno rojizo apunto de oscurecer, llegue a la ciudad, me percate que en efecto era hermosa y llenaba el alma de paz. La estatua se levantaba alto a la luz del pronto anochecer y si, era una mujer mas que hermosa, una mirada llena de paz y tan familiar pero no recuerdo donde la habré visto. Busque el nombre de la mujer en algún lugar tallado en la estatua pero no lo pude encontrar y lamentablemente mi tiempo se había agotado y tenia que seguir con mi viaje.Me dí media vuelta y con ayuda de mi bastón camine hasta ver el puente de luz que me llevara a mi próximo destino. Espero que sea un lugar tan hermoso como este o por lo menos igual de interesante...

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Un hermoso día en la región Ningen, los cantos matutinos se escuchan por los altavoces, la gente camina ocupada de un lado al otro, los mercados tienen productos frescos y la milicia vigila todo desde las nubes, montados en sus rucs, águilas gigantes capaces de cargar un elefante en sus garras. Yo me encontraba en la oficina postal, recibiendo mi correo como todos los días. Esto se había vuelto parte de mi rutina diaria desde que me mude a la gran ciudad de Hito, una de las más grandes y pobladas de la región humana, todos los días salgo de mi apartamento para ir al mercado, luego recojo el correo, después paso a entrenar algunas horas en el gimnasio y vuelvo a casa a alistar todo para ir al trabajo. Hay días en los que desearía solo quedarme en cama, pero luego recuerdo para que me mudé aquí.Para unirme a la fuerza especial de Hito.Toda mi vida he entrenado para esto, desde que vi por primera vez a mi padre con su uniforme nuevo de la fuerza especial 2565, fuerza encargada de misiones de rescate o entregas especiales, ya sea que se tratara de objetos valiosos o personas de alta importancia. Él vino a la ciudad a trabajar para el gobierno de Vasiliá, el jefe de la región en ese tiempo. Mi madre y yo decidimos que nos quedaríamos en el campo para evitar la fuerte contaminación de la ciudad, a la cual me sigo acostumbrando. Mi padre se iba a su trabajo en las mañanas y regresaba a bordo de su propio ruc en la madrugada, la mayoría de las veces cuando ya me había dormido. Siempre he estado orgullosa de mi padre por su trabajo y la dedicación que le tenía. Cuando fue momento de su jubilación, su equipo preparó una fiesta de despedida, en esa misma fiesta su antiguo general me dijo que si tenía lo que hacía falta para entrar en la fuerza, él mismo aprobaría mi entrada, a lo cual obviamente respondí que me esforzaría al igual que mi padre para lograrlo. Mi madre nunca estuvo de acuerdo con mi decisión, ya que ella quería para mí una vida de casada para poder darle nietos, siendo yo su hija única era lo menos que esperaba de mí. Afortunadamente tuve siempre el apoyo de mi padre, fue mi entrenador y admirador número uno hasta el día de su último aliento, mismo día en el que publicaron los resultados de la admisión a la escuela militar. Aún sin enterarse de los resultados, él estaba seguro de que yo había entrado sin problemas. En esa época acababa de cumplir 15 años, pero en mi mente la única cosa que tenía en claro era que quería ser como mi padre. Quede seleccionada de entre 200 aplicantes, como una de las primeras. Al graduarme ya con 20 años y estaba lista para servirle a mi región.Hoy, 5 años después, por fin obtuve mi oportunidad. Al llegar a casa lo primero que hice fue abrir un llamativo sobre color púrpura, en donde venía mi carta de aceptación a la fuerza y mi boleto de ida a bordo del SkyRocket, un tren bala aéreo con destino a Tanawue, ciudad aún más grande que Hito, situada justamente en el centro de todas las regiones. La emoción no cabía dentro de mí, empecé a gritar, saltar y hasta a dar vueltas por todo el apartamento, llamando la atención de mi bebé mantícora mascota, Zion.—¡Nos vamos a Tanawue! —exclamé con alegría, tomándolo en brazos para volver a saltar.Esa misma tarde empaque las pocas cosas que tenía y me dirigí a la estación. En la carta explicaban que allá tendría un lugar donde quedarme hasta que me encontrara un apartamento propio, por el momento estaría viviendo en la base de la fuerza. Por mi estaba bien, lo que sea con tal de poder empezar a trabajar lo más pronto posible.Tan pronto llegué a Tanawue me apresuré a tomar mis maletas, la caja contenedora de Zion y emprendí mi camino hacia una de las salas de espera para buscar a la persona encargada de llevarme a la base. Mientras más caminaba, más empezaba a darme cuenta de que tan diferente era esta ciudad, ya que no era parte de una región en específico, varias especies conviven unas con otras. Divise especies que ya conocía por medio de libros y otras que nunca había visto en mi vida. En el camino pasé a varios Rákshasas o gente tigre, a Nekojins, también conocidos como gente gato, sobre los que había estudiado hace algunos años que también pude ver fueron Birdfolks, gente pájaro, entre muchas otras especies. Me sentí bastante intimidada, pero eso no me detendría para lograr mi objetivo.—¡Anastasia! —gritaron en la distancia, pero debido a tanta gente no pude ver de quien se trataba—. ¡Anastasia, por aquí! —de repente, sentí como una ráfaga de aire me envolvía y empujaba hacia la salida. Aun sin entender, solo seguí caminando, una vez afuera la ráfaga se detuvo y delante de mí apareció una chica alada—. Siento haber tenido que hacer eso, pero hay demasiada gente a esta hora para abrirme el paso entre todos—ella solo sonrió, aún sin aclararme quién era, pero supuse que sería a quien enviaron por mí. —De acuerdo…—la mire fijamente, evaluando su piel blanca como nieve, cabello del mismo color, ojos increíblemente azules y las notorias alas azul cielo—. Bueno, al parecer ya conoces mi nombre… ¿Cuál es el tuyo?—Oh, lo siento—sus alas comenzaron a moverse erráticamente, haciéndola flotar—. Mi nombre es Sirdeyu, como quizá ya te diste cuenta soy una sílfide o espíritu del aire—hizo una leve reverencia—. Yo seré tu guía por el día de hoy.—Mucho gusto, la verdad nunca había visto a alguien de tu especie… Eh…—traté de recordar su nombre—. Sir… ¿Sirdaya? —la mire apenada—. Perdona, no soy muy buena con los nombres.—No te preocupes, puedes decirme Siry—tomo una de mis maletas—. Vamos, tenemos todo el día para conocernos y para mostrarte alrededor—se acercó a una camioneta gris, puso mis cosas en el maletero y la caja de Zion en el asiento de atrás—. ¡Vamos a la aventura!Se metió directamente al trafico, sin decirme a donde se dirigía, supongo que a eso se refería con aventura. Solo me bastaron 5 minutos para ver lo movida y moderna que era la ciudad, muchas tiendas de ropa, restaurantes y demás locales que no lograba distinguir. Siry se detuvo al ver autos amontonados en una luz roja, ella solo suspiro y se volteo a verme.—En la base me contaron un poco sobre ti, pero nunca me dijeron que fueras tan linda—la mire extrañada ante su comentario—. Me refiero a que no parece que vayas a trabajar en la fuerza—respondió algo nerviosa.Era cierto que había heredado la belleza de mi madre, pero con el carácter de mi padre. Mi cabello castaño y ojos amielados no quitaban lo terca e impaciente, según propias palabras de mi progenitora.—No te preocupes, ya sé a lo que te refieres y déjame decirte que no eres la primera en mencionarlo—reí levemente—. De hecho, por ese prejuicio estuvieron a punto de rechazar mi aplicación para la escuela militar.—No era mi intención, lo siento mucho...—Siry parecía realmente apenada, no la culpaba ya que no era la única en ver mi apariencia y pensar que no tiene sentido mi opción de trabajo. Luego de eso solo decidí cambiar el tema para evitarle más vergüenzas. Pude sacarle bastante información a la chica, al parecer su trabajo era el de secretaria del general a cargo del nuevo equipo y según me dijo, es 5 años menor que yo.Fue una charla amena durante todo el camino hasta que por fin llegamos a un edificio a las afueras del área comercial de la ciudad, donde la mayor parte del terreno eran viviendas de todo tipo. Al irnos acercando pude apreciar la estructura, la cual parecía que era tanto antigua como moderna, ya que tenía un look de época pasada, pero las remodelaciones tecnológicas la hacían parecer recién construida. Detrás del edificio había varias cúpulas de color plata con ventanas, las cuales supuse serían nuestra vivienda temporal.—Bien, ésta es tu estación personal, nosotros te proporcionaremos todas las comodidades hasta que puedas encontrar un lugar propio—Siry le pidió a una esfinge, a la cual se refirió como Mila, que cargara las maletas hasta la estación—. Nosotras iremos a presentarte frente al general para hacerle saber que ya te instalaste—sin dejarme decir nada, me condujo hacia el interior del edificio principal.

LA SALSAEn ocasiones como esta, Raymundo deseaba no tener otra cosa que hacer más que ver la televisión. Pero poseía la terca costumbre de realizar la pregunta inoportuna en el momento justo.- ¿Les ayudo en algo? – brotaba de sus labios, antes de que su cerebro enviara la orden de cortar todo impulso eléctrico hacia ellos.Y helo aquí, metido en la fila para pagar del súpermercado, aguardando inútilmente a que avanzara. Cuando faltaba solo una persona para llegar a la caja, tuvo que esperar un cuarto de hora más a que fueran a investigar el costo de un cepillo de dientes y la clienta encontrara sus vales de consumo.En el instante que volvió a casa, su mujer estaba hecho un energúmeno debido al costo de los cosméticos, los cigarros y la cerveza. Su hermana de ella la secundaba.Raymundo metió las frituras compradas en un recipiente, y vació los hielos medio desechos en una cubeta pequeña. Su mujer no se daba por enterada que había vuelto.- ¿Les hace falta algo?- preguntó neciamente a las dos mujeres, quienes hacían su reunión mensual para intercambiar chismes, impresiones, y opiniones diversas acerca de todo.Ray buscó en la alacena una salsa de aderezo, que según su memoria se había agotado haría cosa de tres semanas, pero su mujer mantuvo la opinión de que no era así, por lo que para no causar un problema mayor, resolvió buscando entre los distintos frascos y botellas. No hubo suerte. Avisó con toda la solemnidad del mundo que no se hallaba el artículo buscado entre las existencias de la casa.- ¿Quieren algo más?- preguntó su traicionera boca.Volviendo al súpermercado, y formado en la misma fila de hacía un rato, dio con una máxima universal acerca de que el dicho: “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, se aplica también a las cosas banales de la vida, ya que hubo que aguardar a que otro anciano pudiera tener sus gafas olvidadas en el auto, para firmar el comprobante bancario. Volviendo a casa, su mujer y la hermana no se dieron por enteradas que él había vuelto. Sirviendo la salsa de aderezo recién comprada en un plato pequeño, lo llevó a la mesita donde se hallaban aun en guerra contra el capitalismo de los maquillajes, la cerveza y los cigarrillos. Raymundo estuvo a punto de dirigir sus pies al cuarto superior, para refugiarse a no tener nada que hacer, salvo mirar la televisión, cuando sus labios dijeron:- ¿Hay algo más que necesiten?El televisor pesaba más de lo que aparentaba, ya que la lucha por bajarlo hasta la sala de estar para que ellas miraran la telenovela de moda, parecía ganarla por momentos el aparato. Cuando llegó al piso inferior con él, lo enchufó, encendió, colocó la pantalla en un ángulo adecuado para que no perdieran detalle de nada. Acto seguido, tomó de nuevo su chamarra y salió a la calle, sin hacer caso a las súplicas que intentaban salir de las edematizadas gargantas de las mujeres, causada por la alergia genética que presentaban ambas a uno de los ingredientes de la salsa de aderezo. Por primera vez, Raymundo mantuvo la boca cerrada y salió a la calle, en un silencio extrañamente feliz.

Había una vez un pirata que tenía una barba muy rojiza, plana y dura, y por eso le llamaban el Pirata Barba roja. La verdad es que tenía la barba más fea que se había visto hasta entonces. Y eso no le hacía gracia al pirata, que soñaba con tener una barba suave y esponjosa.Un día, harto ya de tanta broma por su barba, el Pirata Barba roja decidió buscar una solución. Para no ir solo, prometió a todo aquel que le acompañara, riquezas y fama. Eso convenció a un buen número de marineros. Y así fue como el Pirata Barba roja consiguió tripulación suficiente para emprender lo que parecía ser un duro y largo viaje.El Pirata Barba roja paró en todos los puertos del mundo y habló con todo tipo de médicos, curanderos y brujos. Pero nadie consiguió darle una solución para que su barba luciera suave y esponjosa.Los años pasaban y la tripulación empezaba a cansarse de tanto viajar. Muchos marineros empezaron a abandonar el barco cuando llegaban a puerto y, los que iban quedando, empezaban a pensar en amotinarse.-¿Dónde están las riquezas y la fama que nos prometiste? -preguntaban. ¿Qué tiene que ver tu barba con todo eso? ¿En qué nos van a hacer famosos y ricos una barba?Al final, los pocos marineros que quedaban aprovecharon que el Pirata Barba roja estaba en tierra para robarle el barco y marcharse. Cuando el Pirata Barba roja descubrió que se había quedado solo y sin barco se quedó hecho polvo.-¿Qué voy a hacer ahora? -se lamentaba. Sin barco y con esta barba, ¿qué va a ser de mí?Una anciana que pasaba por allí y que lo oyó, se paró y le dijo:-Realmente tienes una barba horrible. ¿Por qué no te la afeitas?-¿Qué clase de pirata sería sin barba? -preguntó el Pirata Barba roja.-¿Se puede saber quién te ha dicho algo así? -preguntó la anciana. No tienes tripulación, ni tampoco barco. ¿Crees que cambiará algo que te afeites la barba?-Ya, bueno, pero, ¿qué gano con eso? -preguntó el pirata.-La barba volverá a crecer -dijo la anciana.-Entonces, ¿para qué afeitarla? -preguntó el Pirata Barba roja.¡Para ver qué clase de barba tienes de verdad, hombre, que llevas años sin lavar y sin peinar esa y ya no hay que saque la mugre que tienes acumulada ni que quite los enredos que hay dentro!Al pirata le dio tanta vergüenza que fue inmediatamente al barbero. A los pocos días la barba empezó a crecer de nuevo y en poco tiempo descubrió que tenía la barba suave y esponjosa con la que había soñado.Durante ese tiempo consiguió reunir una nueva tripulación, pero esta vez no les prometió fama y riquezas, sino un viaje lleno de emoción y aventuras. Y así fue como el Pirata Barba roja volvió a surcar los mares y consiguió la fama y la riqueza que una vez prometió pero que no pudo cumplir.

CAPÍTULO 5:Cuando Chrystal llegó a su casa cerró muy bien la puerta y continuó con las ventanas. Aun tenía la sensación de que alguien la observaba. Llegó a su cuarto, dejó su mochila a lado de su cama y se tiró sobre ésta, veía el techo, no sabía que hacer, no sabía que era lo que ocurría. ¿Cómo podría Farid saber de Chrystal?Decidió que era mejor ya no pensar en eso y fue a darse un baño. Pasaron los minutos, Chrystal salió del baño envuelta en una toalla. Sintió algo de frío, la ventana estaba abierta, no recordaba haberla dejado así, contemplaba la ventana abierta cuando de repente su celular comenzó a sonar, estaba sobre la cama, así que caminó hacía allá, era Belma, su madre:- ¿Bueno? -contestó la chica.- Chrys, hija, ¿ya llegaste a casa? - Sí mamá, llegué hace como 40 minutos, ahora acabo de bañarme.- ¡Oh! Entiendo. El simulacro de mañana se canceló así que ya voy a casa.- Esta bien, veré que puedo preparar para cenar. - No es necesario, podemos ir a comprar algo.- Esta bien.- ¡Por cierto! Saca la basura, por favor.- Claro, yo lo hago, no te preocupes.- Nos vemos cariño.- Adiós mamá.Cuando colgó sintió que alguien más estaba ahí con ella, alguien que no estaba vivo o no del todo. Inspeccionó la habitación, el baño y comprobó que no había nadie más que ella. Cerró la ventana y se vistió rápidamente, aun sin peinarse bajó para sacar la basura como Belma se lo había pedido.Chrystal sacó la basura, tenía que ponerla en un contenedor que se encontraba a menos de un metro de la puerta de su casa. Colocó la basura en el contenedor, dio la vuelta para volver a su casa:- Creí que ya te habías ido -dijo Chrystal muy sorprendida al ver a una persona muy parecida a Farid frente a ella.- Quería ver que llegaras bien a casa -había algo raro en él, su mirada no era la misma. - No tenias que hacerlo. ¿Y tu auto? -dijo viendo por encima del hombro de él.- Lo sé. Dejé el auto en la otra calle. Si te molesta que haya venido, entonces mejor me voy.- No me molesta pero es raro. ¿Estás bien?- Por supuesto, ¿por qué?- Tus ojos se ven distintos -al mismo tiempo que dijo eso se acercó un poco más a él.- Hueles muy bien -dijo viéndola a los ojos, lo que la hizo retroceder- Bueno, ya tengo que irme.- Sí, mi mamá puede llegar. -Chrystal caminó hacía la puerta de su casa- Farid tengo tu... -quería devolverle su abrigo, volteó a atrás, y el ya no estaba, no había ningún rastro de él. Pero había algo que ella no sabía, el no era Farid.Sintió temor nuevamente, entró corriendo a la casa. Diez minutos después alguien tocó la puerta, Chrystal no quería abrir, sin embargo lo hizo, su temor se disipó cuando vio que era su madre, se le habían olvidado las llaves.- ¡Hola!- Hola mamá -dijo abrazándola, estaba tan feliz de ver a alguien normal.- ¿Entonces quieres ir a cenar? -le preguntó Belma mientras se quitaba el abrigo.- Sí, tengo hambre -contestó Chrystal poniendo la mano en su estómago.- Muy bien, me daré un baño y después iremos a cenar, ¿de acuerdo?- Por supuesto, yo mientras tanto me iré a peinar.Así Belma se dirigió a su habitación y Chrystal cerró la puerta, posteriormente también fue a su cuarto. Quería dejar de pensar en lo que había ocurrido, así que mejor dejó su celular en el buró a lado de su cama y descendió a la sala, creyó que era mejor no decirle a su madre nada de lo que le estaba pasando con respecto a Farid.Más tarde, cuando acabaron de cenar Belma le dio la nueva noticia a Chrystal.- Chrys, ya no podré estar pasando por ti a la escuela.- ¿Por qué?-Me aumentarán el salario y el trabajo también.- ¿Entonces todos los días serán como hoy?- Tal vez algunos días salga más tarde. Te llamaré o te enviaré un mensaje cuando salga, ¿de acuerdo?- Sí, está bien.- Y quiero que también tu me avises cuando llegues a casa y a la escuela.- Por supuesto -asintió con la cabeza.- ¿Terminaste?- Sí, vámonos.Salieron del lugar y regresaron a casa. Al llegar Chrystal estaba tan cansada que se fue directamente a dormir, ni siquiera revisó el celular. 

Yax Mutul (hoy Tikal), 900 d.C–¡Señor! Hemos atravesado la atmosfera del tercer planeta, y en menos de tres microciclos de tiempo habremos alcanzado el asentamiento de Yax Mutul. ¿Iniciamos protocolo de descenso completo o solo preparamos algunas capsulas de aterrizaje? – preguntó Kan Chitam, navegador estelar en jefe del Kukulcan-8.–¡Prepare descenso total! – respondió Yax Ehb’ Xook, abanderado insignia de la flota de Kukulcanes, y único miembro de la tripulación que había pisado con anterioridad el suelo sagrado de Yax Mutul.–Iniciando protocolo de descenso: escotillas de exploración, aseguradas; propulsores verticales en marcha; alerones escama, retraídos; velocidad de marcha, disminuida; trayectoria perpendicular establecida… ¡Descenso en proceso! Pronto la niebla que envolvía al tercer planeta fue dejada atrás, y solo el falso azul del cielo terrestre se dejó ver a través de las escotillas de la nave. Las sonrisas en los rostros de los tripulantes del Kukulcan-8 no se hicieron esperar; esta era, sin lugar a dudas, la misión más importante en la que hubieran participado jamás. Era en este sitio donde sus ancestros habían logrado sembrar la semilla de la vida, desarrollando así una floreciente (aunque beligerante) civilización que constituía el mayor orgullo de los habitantes de las estrellas.El kukulcan-8 descendía con suavidad dibujando primero una línea recta y después una horizontal. La maniobra, aunque simple, requería de gran destreza, y solo el navegante estelar en jefe podía realizarla. Cuando por fin lograron posicionarse justo encima del templo Ah Cacaw consagrado al jaguar, el protocolo de abandono del crucero dio comienzo:–¡Atención todos los tripulantes de la nave: inicia actividad de exploración! Ajusten bien sus cascos de jaguar; el clima del tercer planeta es hostil para nuestro organismo y tardaremos en adaptarnos a los gases de su atmosfera al menos cuatro ciclos serpiente. Tomen sus varas Akaime y prepárense para una bienvenida agresiva. Nada nos asegura que los “mayas” nos reciban como héroes; los forjamos para ser una raza guerrera, y en verdad que hacen honor a ello. –advirtió Yax Ehb’ Xook, que hablaba con completo conocimiento de causa, pues había sido él uno de los primeros gobernantes en Yax Mutul.Un coro de asentimientos se dejó escuchar tras la indicación del abanderado. Las compuertas de la base del kukulcan-8 se abrieron y el aire terrestre penetró con fuerza en cada uno de los rincones de la cabina de exploración. Uno a uno salieron los exploradores de las estrellas, mirando con recelo hacia un lado y otro, esperando en cualquier momento un recibimiento hostil por parte del pueblo maya.Sin embargo, nadie salió a su encuentro. El templo estaba completamente vacío, y de hecho la ciudad parecía desierta. Consternados, los exploradores fueron incapaces de moverse durante algunos segundos. Esperaban indicaciones por parte de su abanderado, el cual miraba estupefacto el estado en el que se hallaba el centro ceremonial. Sin dar crédito a lo que veían sus ojos, examinó rápidamente los vestigios de energía térmica en la zona. Su casco de jaguar mostraba información realmente preocupante en la pantalla de análisis; el lugar había sido abandonado.Las últimas huellas de movimiento apuntaban hacia el interior de la selva, donde por alguna extraña razón parecía generarse una inusual actividad humana.Yax tragó saliva. Aspiró hondo y luego se retiró el yelmo con un movimiento por demás agresivo. Tosió un par de veces al entrar en contacto con los gases de la atmosfera terrestre, pero se recompuso de inmediato. Sujetó con furia su bastón de Chaak y este comenzó a sacar chispas de la cúpula de cristal que lo coronaba.–¡Síganme! – gritó –. Mi bastón marcará el camino. Mientras más se ilumine la cúpula de su cima, más cerca estaremos de actividad humana. Los rastros térmicos indican que hubo una especie de huida hacia la selva, pero no logró entender por qué… ¡En marcha!Los exploradores asintieron con firmeza y se colocaron detrás de su líder en formación de flecha. Avanzaron tras él sin expresar duda alguna y mantuvieron la guardia en alto. Al parecer este viaje no iba a ser tan placentero como pensaban.La urgencia por encontrar vida humana se manifestaba de forma más que clara en el semblante y acciones del abanderado insignia: daba pasos rápidos y largos, sus pisadas eran fuertes y levantaban una enorme cantidad de polvo del suelo, y por si fuera poco, pronto el sudor comenzó a bañar su amplia frente, denotando un curioso cansancio inusual en su persona.Cuando terminaron de cruzar la ciudad, Yax hizo una seña a sus hombres: era necesario activar la fuente eléctrica de las varas Akaime antes de entrar en la espesura de la selva. Algo le decía que aquella súbita desaparición de su pueblo no era algo fortuito, y si acaso se trataba de alguna invasión extranjera, valía la pena estar preparados para el combate.Tras algunos minutos de marcha en la jungla, Kan Chitam, navegador en jefe, notó que los niveles de humedad del lugar eran extremadamente bajos. Su casco jaguar había escaneado el ambiente e indicaba que la temperatura superaba los 20 Xibalbas. Era un clima por demás peculiar para la selva que rodeaba Yax Mutul. Algo muy malo estaba ocurriendo en aquel lugar…Las hojas de algunos arbustos comenzaron a moverse. Yax detuvo la marcha y alzó la mano derecha para indicar el estado de alerta. Elevó su bastón de Chaak para que todos lo vieran y pudieran darse cuenta del nivel de actividad humana en la zona. Los exploradores lo miraron ansiosos, esperando que se iluminara de un momento a otro, pero nada pasó. La cúpula se mantuvo estática, sin luz alguna en su interior ni chispas revoloteando en su exterior. Lo que sea que estuviera rondándolos no era humano. El abanderado insignia puso su arma en posición horizontal y luego en diagonal. Eran las señales para establecer la formación triangular defensiva. Los viajeros tomaron sus lugares rápidamente y en tan solo unos segundos Yax y su navegador en jefe habían quedado en medio de la comitiva.El movimiento en los arbustos cesó de pronto. Durante algunos instantes todo fue angustiosa paz y preocupante tranquilidad. Luego los enormes arboles comenzaron a ser las fuentes del ruido, y de un momento a otro, ágiles sombras comenzaron a caer sobre los exploradores…–¡Cuidado! ¡Están a la derecha!–¡No! ¡Vienen de la izquierda!–Cambien a formación en cuña! ¡Cambien a formación en cuña!El caos se apoderó de la escena en menos de lo que dura un suspiro. Yax Ehb’ Xook y sus hombres estaban siendo atacados por resueltas tinieblas que aparecían y desaparecían entre los arbustos y ramas de la selva sin que pudieran ser repelidos o siquiera identificados.Agobiado por la misteriosa emboscada, Kan Chitam arrojó al suelo una bomba sónica camazotz. Las ondas de radar hicieron eco por todo el lugar, rebotando en cada rama, tronco y piedra. Furiosos rugidos se dejaron escuchar tras la explosión, y pronto los atacantes se vieron forzados a dar la cara, aunque dicho sea de paso sin bajar la guardia…–¡Son jaguares! –dijo uno de los miembros del equipo de exploración–. Creí que estos animales no solían atacar a los humanos, ¿Por qué se habrán decidido a atacarnos? ¿Hay algo en nuestro olor que los atrajo?Yax Ehb’ Xook miró a las bestias con atención y descubrió que estaban famélicas. Los huesos de sus costillas podían notarse a simple vista, y su pelaje, habitualmente brillante y lustroso, lucía opaco y ralo. Estaba claro que los animales los habían atacado por hambre y no por simple agresión. Era menester deshacerse de ellos sin lastimarlos, así como también encontrar pronto a los humanos. El extraño clima, los jaguares hambrientos, los bajos niveles de humedad… ahora todo estaba claro: Yax Mutul estaba sufriendo de devastadoras y mortales sequías. Si no hacían algo pronto, la vida que él y los demás ancestros habían sembrado en esta zona del tercer planeta desaparecería por completo. –¡Activen los relámpagos artificiales de las varas Akaime! Debemos asustar a estos animales para continuar con nuestra travesía; carguen batería solar, concentren energía luminosa, ¡disparen!Un inmenso domo de luz cubrió a Yax y a sus hombres. La “jaula” de relámpagos cumplió con su propósito y asustó a los felinos, que terminaron por huir despavoridos. Una vez zanjado el asunto, los exploradores reanudaron la marcha.La cúpula del bastón del abanderado comenzó a iluminarse tímidamente. Humanos… los habitantes de Yax Mutul estaban cerca.Kan Chitam buscó rastros térmicos en la pantalla de su casco jaguar, y detectó una enorme fuente de calor cerca de un enorme pozo en el suelo. Consultó los registros geográficos del sitio, y la información recibida no pudo ser más desalentadora. El pozo que había detectado su yelmo jaguar no era tal; según los datos históricos, esa formación era una laguna y habitualmente estaba llena de agua…–Señor, debo advertirle que posiblemente no le agrade lo que encontraremos más adelante–susurró el navegador en jefe al oído de Yax–. Creo que nuestros amigos están pasando por el peor de los momentos en su historia, y dudo siquiera que podamos hacer algo para ayudarlos.Yax Ehb’ Xook asintió débilmente, pero no detuvo la marcha. Continuó avanzando con pasos seguros hasta la otrora laguna. Cuando finalmente la tuvo a la vista, frenó en seco y pasó saliva con dificultad. Frente a él se hallaba una enorme fila de humanos recostados en el suelo, muchos de ellos con evidentes signos de fiebre y deshidratación. Los peores semblantes se hallaban en los niños, los cuales mostraban los ojos hundidos y los labios partidos. Era increíble, pero alrededor de aquel enorme pozo había más de quinientas personas.–¡Rápido! ¡Activen emulador artificial de lluvia! ¡Coloquen sus varas alrededor de este grupo e inicien secuencia de relámpagos moderados! Tan pronto como la cúpula de mi bastón se ilumine de azul, cambien la intensidad del relámpago a grado tormenta. ¡Es vital llenar este pozo!Los exploradores atendieron la indicación con presteza, ubicando rápidamente sus varas alrededor del improvisado asentamiento humano. Los mayas los miraban con curiosidad y desgano, dejándolos hacer sin interrupción alguna. Estaba claro que no tenían siquiera la energía suficiente para protestar.Pronto dio inició la secuencia de relámpagos, y enormes nubes de lluvia comenzaron a formarse sobre la alguna vez rebosante laguna. Instantes después, la cúpula del bastón Chaak se iluminó de azul y los relámpagos de las varas cobraron mayor intensidad. Las gigantescas nubes artificiales dejaron atrás el blanco y se tornaron púrpuras; el agua comenzó a caer gota a gota dentro del pozo llenándolo poco a poco, y de un instante a otro el nivel de humedad se incrementó enormemente.Los pálidos rostros mayas empezaron a esbozar pequeñas sonrisas, murmurando débilmente los nombres “Tepew” y “Bolon Tzakab” mientras la lluvia “milagrosa” llenaba hasta el borde la pequeña laguna.Yax Ehb’ Xook se permitió sonreír con ellos por un momento, mas luego se forzó a sí mismo a volver a la realidad: era imposible replicar constantemente las lluvias artificiales para salvar la vida de los mayas. Las sequías presentes en Yax Mutul no parecían ser algo pasajero, sino parte de un cambio climático de gran relevancia, y tarde o temprano acabarían con toda la vida humana de la región.Si no tomaba una determinación real pronto, la única opción del pueblo maya sería aguardar por la muerte.Kan Chitam notó su semblante preocupado y se acercó a él con una propuesta: –Podemos llevarlos con nosotros, allá donde el mundo pierde su nombre. Después de todo son como nuestros hijos, y te puedo asegurar sin temor a equivocarme que no tardarán en adaptarse a la vida más allá de las estrellas. Quizá el experimento en este mundo ha llegado a su fin, y no nos queda nada más que retirarnos con la cabeza en alto…El abanderado insignia caviló durante algunos segundos y luego asintió con firmeza. Miró a su navegante en jefe y dijo:–Pero esta gente no es la única que dejamos aquí; hay más de los nuestros en Lakam Ha, en Calakmul, en B’akaal… no podemos dejar atrás a nadie… envía un mensaje al consejo de ancianos: necesitamos que envíen a los demás kukulcanes para una evacuación en masa. Ha llegado el momento de dejar atrás el tercer planeta.Kan Chitam inclinó la cabeza y se dio la media vuelta. Tomó a un par de exploradores y emprendió el camino de vuelta a la nave. Había un mensaje que debía ser enviado y un pueblo que debía ser salvado.Las nubes se disiparon y el ardiente sol volvió a brillar sobre sus cabezas. El navegante en jefe miró a la incandescente bola en el cielo y sonrió tranquilo mientras murmuraba para sí:–Brilla todo lo que quieras, ya no le harás daño a nuestra gente. Hoy nos llevaremos a todos, a un lugar más allá de las estrellas…

Hoy me desperté, te busqué a mi lado, en mi cama y no logré encontrarte, observe la hora en el reloj y recordé que justo a esa hora tu me despertabas, siempre lo hacías de una forma tan particular, ya fuera con una sonrisa, con un beso en mi mejilla o con un abrazo, inclusive con un te quiero o un te amo, te acurrucabas a lado mío y comenzabas a acariciar dulcemente mi frente hasta que despertaba, siempre solías preguntarme: ¿cómo estás? Y la respuesta casi siempre era mal o triste.Me hacías sentir mejor siempre encontrabas la forma de hacerlo y te admiré por eso, inclusive con una simple palabra podías alegrar mi día de forma inmediata e insólita, eras como un sol; eras mi sol, no por lo distante que podías ser, tampoco por la pasión que solías desbordar, sino porque siempre traías luz a mi día, a mi vida.Todo era perfecto contigo, mi mundo era maravilloso; hasta que un día ese mundo comenzó a derrumbarse, cada cuadro se fue cayendo, cada detalle se fue olvidando y sin darme cuenta te perdí y fue hasta entonces que me percate que los momentos, los días son tan efímeros, y entendí que no todo en la vida son risas, felicidad y alegría como lo pensaba; sino que se tiene que pasar por pruebas, que a veces no entendemos, pero que sin duda son necesarias.Pero tal vez, quizá, sea mejor así, quizá sea mejor para mí ya no tener tu presencia aquí, porque así como podías alegrarme también me estabas entristeciendo y me hacías sufrir, aunque increíblemente eso yo no lo notaba cuando aquí estabas.- MarHern🔩

(Short story) A person lonely in the woods, what is there to say about him?It will switch from 1st and 3rd person point of view throughout the story. (Multiple updates)—————————————————In a quiet lonely place, up in the mountains near a valley. A man lived up there, a very confused man. These are the witnesses stories and evidence found on this guy or........maybe not.—————————————————"Dinner.....Dinner..." ,-he continued to murmur throughout the valley.He notices many deers and small animals that he could catch, but their were to fast for him."Dinner!!!!" ,-he yelled scarring off the deer. "Dinner............" ,- he said sad wondering through the valley once again looking for food.He continued walking down the valley from the morning to the afternoon. Until..."Dinner!!!!!" ,-he found a hunters trap and there's something inside. There's two rabbits trapped inside the cage.Then he continued walking through the forest with two dead rabbits on his hands. Walking to his house which was abandoned, from the looks of it at least 20 years. Looks like a witch hunt if it was taken from a outsiders perspective here.It's noon and the sun is slowing fading and the darkness comes in slowing. So he grabs a few pieces of wood and sets it on fire with the left over charcoal from this morning.Then proceeds in grabbing a knife in a barely stable counter and starts skinning the rabbits and adds some salt when he is done so it doesn't spoil."Delicious..." ,-he said pouring water in a big pot and moves it towards a fire place. The water started to boil and he adds a few spices from the woods. Hopefully there safe. "Dinner..." ,-said he said grabbing the two dead rabbits and throws them into the boiling water. "Stew..." ,-he thought about as his stomach grumble. After waiting half an hour it seems the food is ready. Another night passes by.————Another day another meal or like he says..."Hmm?" ,-he yells trapping a human walking in the woods hear by the valley."Hey, get the hell out of here!" ,-he yelled struggling to aim at him."Dinner?" ,-he question clubbing the man in the bag multiple times until he stopped struggling. "Quiet...." ,-he said dragging the body up the valley to his house.He takes out his knife, ".............." ,-and starts stabbing the guy over and over. Then he was ready to eat, but something didn't quite sit well to him. He just stared that the corpse confused what is he feeling, "don't want to eat now." ,-he said grabbing the weapon the other person was holding.As the body was laying in the floor, it started to annoy him, "no dinner." ,-he said dragging the body multiple miles to  a far away cliff. And proceeds in throwing the body off, "gone." ,-he said walking back to his house and notice a bird nest that feel down in the side of his house. "Dinner!" ,-he said excited grabbing the eggs and sprints to his house as fast as possible.Opens the door and sparks the fireplace.He grabs a pan and cracks open a few eggs in the pan and moves towards the fireplace. He waited until he can see the eggs turn into a different color, "delicious dinner." ,-the man said sprinkling salt his dinner. One of the most important meals of the day, dinner, dinner and dinner.——————————————It's been three days since he got his last meal. Water he has plenty down the valley where a stream went by."Water....." ,-he thought collecting a few gallons of water. Then walks back up to notices the bag that guy he killed a 4 days ago. And starts searching through, finding a book. "No dinner..." continues searching he finds an audio recording. He's been staring at this weird device and presses a button. "Hello and welcome to English course 101, where you can learn the basics in learning english." ,-said a prerecorded female voice He seats down and continues listening it has grabbed his attention. "Section 1 chapter 1, staring with the alphabet. a,b, c, d, e, f, g, h, I, j,k,l,m,o,p ,repeat."He started following its orders, "a,b, c, d, e, f, g, h, I, j,k,l,m,o,p ,repeat?"Section 1, section 2, "now we finish the other half." ,-the recording continued——-

     Debabrata had been posted as the Superintendent of Police of Rangamati in the thirteenth year of his service. His two children were small and his wife was happy-go-lucky. All of them were adventurers at heart, and he often wondered about the coincidence of their having landed up with each other. Debabrata was also very confident  (though not everyone agreed that he had reason to be).  That, and his stoicism, more or less prepared him for most situations that came his way in the course of his profession. Indeed, he had had his own share of experiences of communal strife, labour problems, political clashes and of some rampaging  criminals on steroids. The only thing missing in his repertoire was ghosts, and, that was about to be rectified.
His official residence comprised of three acres of thick and hoary trees. There was an old dried-up well in one corner of the grounds, which were perennially under a thick cover of the fallen leaves. Add a decrepit, under-illuminated house to this, and you would almost expect a resident ghost to be on the muster roll! But this was not to be  one of those post-dinner aperitif type of ghosts. This would be an entity that would sweep like an ill wind through his district, leaving in its wake, a frenzied populace, over a month of sleeplessness and one dead body.
Debabrata was sitting in his porch overlooking the grounds with his morning tea and a heap of newspapers, when an item tucked in on the fourth page of a local rag caught his attention.
Mysterious sightings reported in Kaira and Nidol areas.
Three different  sightings of unexplained objects/creatures have been reported in villages in Kaira and Nidol Police Station areas over the last seven days. On 3rd March, Rexona Khatoon  (14) was attacked by a monkey-like man while she washed utensils at her hut. She told our reporter that the creature was walking on two feet but jumped up and stood on the bamboo fence before attacking her  with his "paws". The scratches on her forearm bore evidence of her painful and horrifying ordeal.
In another incident, on 5th March, Angora Bibi (55) sat inside her room at dusk when smoke started seeping in from the ventilation window. As she watched, mesmerised, the smoke congealed itself into a gigantic man shape with glowing red eyes and attacked her. Injury marks could be seen on her face as well.
Yesterday, on 7th March, there was a repetition of the monkey-man attack on Saton Das (66) of Nirjiri.
All three matters have been reported to the police, which has failed to take any action. Our correspondent spoke to several prominent persons who expressed their displeasure at the deteriorating law and order situation.
Debabrata tore out the item carefully as he arose. Later that day he had his Crime Conference, which was a monthly meeting with officers from all over the district to review the crime and other matters for the month. Towards the end of the long-drawn meeting, he fished out the scrap of paper and read aloud, asking the concerned Officer(s)-in-Charge for their comments. The introduction of the ghost motif from the young SP brought relaxed smiles to the tired faces of all present, who clearly thought it a prelude to winding up. The concerned OCs had not thought much of it and promised to look into the matter. But the SP seemed to have had some premonition of things to unfold. He singled out a young and freshly-recruited Deputy Superintendent of Police and asked him to visit all three affected places, analyse the separate incidents and the timeline, establish the common denominator and come to a conclusion whether there could be any mischief afoot.
So far, the incidents had occurred within 30 km of each other, and lay on a highway route. Was it possibly that some traveling band of gypsies was having its own fun? Or could it be one of those aspiring magicians who dot the landscape of Bengal, sharpening his skills? What effect would there be on the public peace, if the incidents spread to a wider area? The question marks hung in the SP's mind over the next few days as he awaited the consolidated report of the DySP.
The last of the questions was about to be answered first. The latest sighting happened  close to the district HQ.  It turned out to be that of a Pygmy-like man with glowing red eyes, who could jump from rooftop to rooftop and had left one man injured. This was the tipping point. The people had had enough of the bhoot and his shenanigans! With true revolutionary spirit they rose in arms. Their unrest was fuelled by the gleeful reporting by the media and spread like fire throughout the district. The next day, a team of the Electricity Supply department, which had gone to carry out repairs on a transformer sometime during the night, was chased by villagers on the suspicion of being "ghosts". This had happened in a village about a hundred km away from any of the incidents. The writing was on the wall for the SP. He called the DySP with an intention to send him to the latest locations of sightings, and also to take his feedback. The DySP looked like he was labouring under the burden of deep thoughts.
"Sir, I have formed my opinion."
"Well, what do you think?"
"It is extraterrestrial."
The SP rubbed his ears.
"Sorry?"
"Sir, there was a ball of lightning seen by the villagers a few days before the first incident. We need to explore that angle."
"You mean some entity from space has landed?"
"Probably, Sir."
The SP realised that a wake-up call for his officers was needed. He called an emergency meeting for the handling of the situation arising from the activities of the ghost. Starting with a recap of similar waves of incidents elsewhere in the country, including the "monkey-man" incidents that occurred in New Delhi in 2000, the SP impressed upon them, the volatility of the situation now confronting them. It was clear that the ghost needed to be arrested. In one of the latest incidents, the victim had reportedly heard a car pulling out sharply right after the ghost had scratched her and run away. Officers were asked to remain personally present on the highway checking points and screen random vehicles for any signs of equipment that might be related to this activity, such as theatrical costumes, artificial claws etc. To dissuade the public from violence, the SP ordered that arrests were to be made immediately in all cases of public assault and lynching. There wasn't much more to do or say at this stage, and so the meeting ended.
The next few weeks played out like the theatre of the absurd. Some copycat incidents occurred. A teenager tried to exploit the situation by putting on a pig's mask and entering the home of the object of his desire at night. For some reason the girl identified him immediately (perhaps the mask didn't make much of a difference) and refused to be scared. The boy was arrested, but it didn't bring much cheer to the police, as it didn't seem even remotely connected to the other incidents.
In one village, the residents took on the police, who had gone to execute some warrants, with the slogan "Poolis ghoos niye bhoot enechhe. Maaro!" (The police has taken bribes to allow a free run to the ghost. Let's  beat them up.)
The most vicious incident was the ruthless beating of a lunatic by frenzied mobs that occurred in the third week. The SP came down very heavily on this and had about 50 people arrested. He knew what could follow, and time would prove him right, tragically. By now, the fever had spread to the neighbouring districts' border areas, and as he had feared, an innocent  man was some time later lynched by a berserk group of people in one such area.
Meanwhile, sightings just kept coming, in wave after wave. They were mostly variations of the three types already mentioned, but one incident seemed closest to the realm of logic and offered a glimpse of a possible theory. A women was attacked by a flying ghoul with burning eyes, just at dusk. Officers found evidence of a nesting owl in the vicinity. Various species of owls were endemic to Rangamati, and this happened to be their nesting season, during which they were irascible and protective. Their eyes glowed in the dark. Could this also be the glow of a solution?

The district continued to boil in the meanwhile. There were reports that people had not slept in days in village after village. They would organise night-long "sankirtans" (religious chanting) to keep awake and to drive away the spirits. The sleep-deprivation was making them more dangerous every day, and there were frequent reports of clashes. The SP asked his officers to step in and organise them in "resistance groups" so that night-guarding could be done with minimum manpower and by rotation. Some good samaritans wanted to help the police. An organisation called The Rational Thinkers offered to print and distribute pamphlets debunking the existence of ghosts on the basis of logic and reasoning. The civic agencies agreed to hold village-level awareness meetings. The SP thanked them all but couldn't help thinking that this was like applying Dettol antiseptic to a crocodile bite case. At that point in time, it didn't seem likely the ghost would give up soon. Debabrata started toying with the idea of getting a mahayagya performed.
And then it happened, quick like a flash. He got a call from one of the remotest OCs, sometime around 6 a.m. one morning.
"Sir, I've got him!"
His voice! In an instant Debabrata knew that the cat was in the bag.
"Who did you get?"
The OC explained that a local pigeon-keeper had let out his flock in the morning as usual. When his pigeons returned after their routine flight, they had herded back a stranger. This was a darker pigeon, which the man knew that it didn't belong to his flock. It seemed to be wearing a necklace of sorts. The man went closer for examination and caught it.
There was a pendant hanging around the pigeon's neck by a string. It was a tiny white human skull with LED eyes; a cheap toy straight off the shelves of Fancy Market in Kolkata.
So this was the mighty ghost terrorising four million people for a month! But how would it explain the other incidents, the "monkey-man“ ones? Debabrata had a stroke of insight, and clearly saw what needed to be done.
The officer was asked to reach HQ within two hours, along with his catch and the pigeon-keeper. The Press was invited for a conference. There, in full public gaze, the conspiracy behind the ghost was deconstructed. In a meticulously created crescendo of achievement, recognition and victory, the SP walked over to the OC and handed over handsome rewards to both the officer and the pigeon-keeper, as the cameras clicked. One media-person questioned whether the pigeon would be arrested and where would it be kept. The SP had not thought about this, but the Additional SP came to his rescue. The culprit would be handed over to the Forest Department for rehabilitation. Fortunately, there wasn't the briefest speculation on, or the demand to unearth the identity of, the man behind the pigeon.
Debabrata knew that the next few days would be crucial. He knew that he had put his best foot forward, but was not waiting for a result to happen. On the contrary, nothing happening for a reasonably long time would constitute a desired result. Had the public bought the theory, or had it not? He realised that no crisis in his professional career had come close to being as serious as this "silly business".
Time passed. He realised how restorative, how  calming, how nourishing a simple passage of time could be. At the end of a week, no further incident had happened. It was over; as intangibly as it had begun; but it was over.
It was only much later that Debabrata attempted to analyse the happenings of that frenetic month in Rangamati. There was no way the pigeon-with-glowing-skull-pendant could have caused all the reported sightings. It was probably another of those copycat attempts that had arisen from the incidents themselves. Its distinguishing feature was that it was elegant and believable as a solution.
So was it mass hysteria ? Almost certainly yes. History is replete with cases in which a group of people have transmitted their delusions and fears to a large population. The only explanation for the injuries could be that they were self-inflicted in the delusional state. If the law and order dimensions had been a little less threatening and he had been a little more capable of thinking straight, it might have been possible to prove this forensically as well.
The "ghost" and it's "capture" would always remind Debabrata of the allegory of Plato's Cave, in as much as a shadowy enemy had been fought with a shadowy weapon, using only the tools of perception.
(Based on true incidents.)


INTRODUCCION                      Habran de pasar las situaciones mas triztes, dolorosas e incomodas antes de comprender la importancia y el valor de la familia. Entendiendo a la familia como el núcleo en donde formamos nuestros primeros vínculos, en la cual se fundamentan las bases de nuestra personalidad, y los primeros pasos para enfrentar todas las situaciones de la vida. Claro no hay que olvidar el factor hereditario que es importante, pero hoy solo quisiera referirme al contexto familiar aclarando que este mismo se encuentra inserto en una sociedad dinámica y cambiante por lo tanto no es estático, y las cuestiones establecidas en 20 o 30 años atrás pueden o no permanecer. Pero al ser seres netamente emocionales en nuestros primeros pasos establecemos contextos los cuales nos llevan años decifrarlos o aún mas difícill cambiarlos, pero como jóvenes o adultos nos vemos en la necesidad de buscar estar bien conmigo mismo y con los demás, claro oviando sus exepciones que si las hay, pero ese buscar estar bien significa desasernos de las cargas emocionales para vivir livianos y tranquilos por el máximo tiempo que las situaciones nos permitan.                                               En todo este contexto se desarrollará la historia que espero llegue a unas cuantas personas, comprendan su valor y como a mi me ayudó, los ayude; siempre y cuando se inclinen a pensar en su bienestar y en el de las personas verdaderamente importantes en su vida.

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Su padre se perdió en Marea alta hacia tantos años que no se podía ni recordar. Ahora Frank Thompson, su hijo sale en su búsqueda. No sé si está muerto o vivo, no tiene ninguna indicación, no más que una brújula que le dio cuando era pequeño. No sabe que indica. No sabe nada. Pero tiene un motivo para ir a por su padre. Su madre, Joana, se puso enferma hacia 5 años y aún no se ha recuperado, su último deseo fue volver a ver a su marido y Frank quiero cumplirlo. Pero lo que Frank no sabe es que el océano es un lugar maldito, en el que puede morir en un solo paso.

Por el camino que va de mi casa a la escuela o de la escuela a mi casa como quieras verlo, está mi árbol favorito. Aunque vivo en un país tropical y la vegetación es muy extensa y variada, ese ciertamente es mi árbol favorito y diré el porqué.Hace ya algunos años, decidieron remodelar el parque en donde se encuentra mi árbol. Con el ajetreo de la construcción cortaron su tronco y mi árbol cayó al suelo. Antes de este desafortunado accidente, mi árbol crecía fuerte y frondoso, con sus verdes hojas y los pájaros haciendo nido en su copa, pero ahora había quedado reducido a casi nada. Lo impresionante de la historia no es eso, sino que mi árbol no se dio por vencido, pues sus raíces aún tocaban la tierra y el seguía conectado a ellas.Poco a poco mi árbol se fue regenerando y comenzó a crecer de forma bastante inusual: su tronco estaba dispuesto de manera horizontal y a lo largo y ancho del mismo se asomaban verdes hojas que lo cubrían casi por completo, haciéndolo todo esto incluso más hermoso de lo que era antes de ser cortado. Yo vi el proceso de recuperación de mi árbol y es por eso que se convirtió en mi favorito, en realidad no solo es mi árbol favorito, sino una de las cosas que más admiro en la tierra, pues nunca se rindió, no se dejó vencer y ahora todos los que transitan ese camino, se deleitan observando su forma tan fuera de lo común, los pájaros desean posarse en sus ramas (hasta se pelean por ello) y la luz del sol lo ilumina de tal forma que hace resaltar su belleza y crea un efecto hipnótico que atrae la mirada. Espero algún día ser tan valiente como lo fue mi árbol favorito.Por el camino que va de mi casa a la escuela o de la escuela a mi casa como quieras verlo, está mi árbol favorito. Aunque vivo en un país tropical y la vegetación es muy extensa y variada, ese ciertamente es mi árbol favorito y diré el porqué.Hace ya algunos años, decidieron remodelar el parque en donde se encuentra mi árbol. Con el ajetreo de la construcción cortaron su tronco y mi árbol cayó al suelo. Antes de este desafortunado accidente, mi árbol crecía fuerte y frondoso, con sus verdes hojas y los pájaros haciendo nido en su copa, pero ahora había quedado reducido a casi nada. Lo impresionante de la historia no es eso, sino que mi árbol no se dio por vencido, pues sus raíces aún tocaban la tierra y el seguía conectado a ellas.Poco a poco mi árbol se fue regenerando y comenzó a crecer de forma bastante inusual: su tronco estaba dispuesto de manera horizontal y a lo largo y ancho del mismo se asomaban verdes hojas que lo cubrían casi por completo, haciéndolo todo esto incluso más hermoso de lo que era antes de ser cortado. Yo vi el proceso de recuperación de mi árbol y es por eso que se convirtió en mi favorito, en realidad no solo es mi árbol favorito, sino una de las cosas que más admiro en la tierra, pues nunca se rindió, no se dejó vencer y ahora todos los que transitan ese camino, se deleitan observando su forma tan fuera de lo común, los pájaros desean posarse en sus ramas (hasta se pelean por ello) y la luz del sol lo ilumina de tal forma que hace resaltar su belleza y crea un efecto hipnótico que atrae la mirada. Espero algún día ser tan valiente como lo fue mi árbol favorito.

Por casualidad, reparé en el cartel en la puerta de la iglesia: «WIFI GRATIS PARA LOS POBRES». —Yo soy pobre ─pensé para mis adentros─, me vendrá bien sentarme y repasar el correo . Así que entré, y vi que hasta habían habilitado unos escritorios, donde se podían recargar las batería de móviles y portátiles. Mediante la divina luz solar, me explicaron más tarde. Pero como no llevaba el cargador, me senté en los taburetes para el rezo, y me quedé ensimismado en mi smartphone. Al rato escuché una voz, que parecía venir de todas partes.—Todo el reino de Siria dejará de existir, al igual que la ciudad de Damasco; además, las ciudades del norte, que son el orgullo de Israel, se quedarán sin murallas. Isaías, capítulo 17, versículo 3.Entonces fue cuando levanté la cabeza, y me di cuenta de que el sacerdote me miraba directamente a los ojos. Se dirigió a mí por mi nombre, y me dijo lo siguiente. —Cuéntale esto a tus amigos de Facebook. Recuérdales que no hay nada nuevo bajo el Sol, y que la historia se repite. Pero que esto no debe perturbarles. Que busquen la luz divina en sus corazones.—Pero ¿cómo...?—Al utilizar mi router me diste tus cuentas de correo, de Facebook, y de Twitter. Y he averiguado que te dedicas a la adivinación, a través de tu página web. Eso es un pecado, hijo mío. Aún así, te absuelvo in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Y te recomiendo que cambies todas tus contraseñas, cuando salgas de esta humilde iglesia, a la que espero que vuelvas pronto.—Un cura hacker ─pensé en voz alta─. ¡Lo que me faltaba por ver! 

Después de graduarse de la academia de policía, Mesac se encuentra con su primer caso junto con el detective Díaz. A pesar de lo emocionante de la situación Mesac no podría estar más incómodo. Díaz es el hombre perfecto para él. Guapo, varonil y grande, pero heterosexual y más peor, lo odia. Bruno tuvo que sufrir la muerte de su esposa, quedando solo con su hija a la que no sabe cuidar. Luego esta su situación con el novato, Mesac se le hace atractivo y despierta deseo en él. Pero quizás es solo el contexto de la misión que tienen que cumplir.En uno de los suburbios más prestigiosos se la ciudad, las amas de casa distribuyen drogas. Así es como Mesac debe vestirse de mujer y con Bruno y la pequeña Susi, aparentar ser una familia feliz.

En el reino de Normandia, los subditos del rey Ruthmer se reunian en la plaza central a la espera del anuncio tan esperado que el rey iba a dar. Todos los Normandinos estaban atentos, esperando a que el rey saliera del enorme castillo y diese su gran noticia, la cual habia sido anunciada los dias anteriores.Cuando al parecer todo el pueblo ya se encontraba reunido, el rey salió y todos guardaron silencio.-Mis adorados Normandinos, estan aquí reunidos para recibir la mejor de las noticias- la reina Tatiana salió del castillo y se puso al lado de su marido con mantas en manos, se las paso a su esposo y el las elevó, mostrandola a su reino- Ella es Pandora Miracu, princesa de Normandia.Todos ante la emoción, gritaron y saltaron ante la llegada de la pequeña princesa. El rey pidió a todo el reino que asistiera a la gran fiesta de esa misma noche para celebrar la llegada de la niña, al instante todos se fueron a sus casas a prepararse para la gran velada.